Un nuevo informe de iPES FOOD alerta de que los precios mundiales de la tierra se han duplicado en 15 años. El acaparamiento de tierras está resurgiendo una vez más en múltiples formas, amenazando a los agricultores y la producción de alimentos.
La tierra tiene una importancia crucial para la vida, los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria de millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, actualmente están convergiendo y se están intensificando una serie de presiones sobre los suelos agrícolas hasta ahora nunca vistas. Estas presiones están provocando un repentino aumento de la desigualdad en el uso de los suelos, la pobreza rural y la inseguridad alimentaria, y empujando a los pequeños productores agrícolas hacia un punto de no retorno.
Los actores más poderosos están tomando provecho de que los mercados de tierras cada vez están más financiarizados. Entre 2005 y 2018, los fondos de inversión agrícola se multiplicaron por diez y ahora es habitual que incluyan las tierras de cultivo como una clase de activo independiente. Desde la pandemia, los inversores estadounidenses han duplicado sus participaciones en este tipo de terrenos. Al mismo tiempo, los intermediarios del comercio de materias primas agrícolas especulan con los suelos cultivables a través de sus filiales de capital privado, y existen nuevos derivados financieros que permiten a los especuladores acumular parcelas de terreno para luego arrendarlas a trabajadores del sector agrícola que se encuentren en dificultades, lo que provoca una galopante y continuada inflación en los precios de las tierras.
La actual expansión global del sector de la minería —propiciado por la demanda de los llamados minerales críticos o esenciales—, está redoblando las presiones ya existentes sobre las tierras agrícolas. La concentración de las tierras está aumentando en todas las regiones del globo y alcanza niveles nunca vistos como resultado de todos los aspectos que convergen en esta tendencia. Según un reciente estudio, el 1% de los principales productores del mundo controlan actualmente el 70 % de la superficie agrícola a nivel global.
La dinámica de explotación extrema de las tierras limita las posibilidades que agricultores, pastores, pueblos indígenas y comunidades marginalizadas tienen de acceder y controlar la tierra. La presión que se ejerce socava de forma dramática los medios de subsistencia de los pequeños productores y los acorrala en una situación de crisis - con graves consecuencias para la seguridad alimentaria.