El informe Perspectivas Agrícolas 2022-2031 es un trabajo conjunto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la FAO. El informe reúne los conocimientos especializados de ambas organizaciones sobre los productos básicos y las políticas públicas, para proporcionar una evaluación anual de las perspectivas para los próximos diez años en los mercados nacionales, regionales y mundiales de productos básicos agrícolas y pesqueros. En el informe se destacan las tendencias económicas y sociales fundamentales que impulsan al sector agroalimentario mundial, suponiendo que no haya cambios de gran relevancia en las condiciones climáticas o las políticas públicas.
Para el informe de este año se desarrolló un escenario destinado a evaluar el nivel de crecimiento de la productividad necesario para alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 (ODS 2), Hambre Cero, de las Naciones Unidas, así como reducir considerablemente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provenientes de la agricultura para 2030.
Los precios internacionales actuales son altos para la mayoría de los productos básicos agrícolas, debido a la recuperación de la demanda tras el brote de la pandemia de COVID-19 y los consiguientes trastornos en la oferta y el comercio, los cuales se agudizaron por la guerra de Rusia contra Ucrania. Aunque es posible que en la campaña comercial 2022/2023 los precios continúen elevados, se espera que después reanuden su tendencia a la baja en términos reales a largo plazo, aunque, obviamente, las proyecciones y los supuestos subyacentes conllevan cierto grado de incertidumbre.
Se prevé que el consumo mundial de alimentos, que es el principal uso de los productos básicos agrícolas, aumentará a un ritmo del 1,4% anual durante el decenio y que su principal impulsor será el crecimiento demográfico. La mayor parte de la demanda adicional de alimentos seguirá proviniendo de los países de ingresos bajos y medios, en tanto que en los países de ingresos altos se verá restringida por el lento crecimiento demográfico y la saturación del consumo per cápita de varios grupos de alimentos.
En los países de ingresos altos, se espera que la creciente preocupación por la salud y el medio ambiente provoque que el consumo per cápita de azúcar baje y que el crecimiento del consumo de proteínas animales disminuya. En cambio, se espera que los consumidores de los países de ingresos medios aumenten su consumo de alimentos y la diversidad de sus dietas, y que en los próximos diez años suban los porcentajes de productos animales y de grasas. Sin embargo, las dietas de los países de ingresos bajos continuarán basadas en gran medida en alimentos básicos y, según las proyecciones, el consumo de alimentos no aumentará lo suficiente como para cumplir el ODS 2, Hambre Cero, para 2030.
Se espera que durante el periodo 2022-2031 la producción agrícola mundial aumentará un 1,1% al año y que la producción adicional corresponderá a los países de ingresos medios y bajos, si bien esto estará condicionado por la evolución de los precios de la energía y de los insumos agrícolas.
En el informe se hace hincapié en la contribución importante de la agricultura al cambio climático. Se prevé que las emisiones directas de GEI provenientes de la agricultura aumentarán un 6% en los próximos diez años y que la ganadería representará el 90% de este incremento. No obstante, las emisiones agrícolas crecerán a un ritmo menor que la producción, gracias a las mejoras logradas en el rendimiento y a la reducción del porcentaje de la producción de rumiantes. Sin embargo, se necesitan más medidas para que el sector agrícola contribuya de forma eficaz a la reducción global de las emisiones de GEI. Se requiere adoptar con urgencia acciones integrales que impulsen la inversión y la innovación agrícolas y faciliten la transferencia de conocimientos, tecnología y competencias, con miras a situar al sector agrícola en el sendero adecuado, rumbo al crecimiento sostenible de la productividad y la transformación hacia sistemas alimentarios sostenibles. También serían necesarios esfuerzos adicionales para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos, y para limitar la ingesta excesiva de calorías y proteínas, sobre todo las de origen animal.