El Grupo ETC junto con IPES-Food (el Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles) han elaborado recientemente un resumen en castellano sobre el informe publicado hace un año Too Big to Feed (Demasiado grandes para alimentarnos) publicado por IPES-Food. El grupo ETC se dedica a proteger la diversidad cultural, ecológica y los derechos humanos. Para ello trabaja con la sociedad civil tanto a nivel global como regional.
Este informe nace de la necesidad de evaluar cómo está afectando la concentración por parte de varias empresas a ciertos bienes agroalimentarios, qué supone para el campesinado, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad. La realidad es que la concentración de compañías agrícolas ha aumentado desde 1980. Las fusiones y adquisiciones en todas partes de la cadena alimentaria industrial alcanzaron un nuevo auge en 2015, llevando la alimentación y la agricultura mundial a una fase de incertidumbre.
El informe plantea que se tiende a explicar que las fusiones son una etapa normal para que la empresa sea más eficiente, para adquirir nueva tecnología o expandirse. Cada vez el mercado facilita más las fusiones, sobre todo en el sector agroalimentario y, en concreto, a partir de la crisis financiera y alimentaria del 2007-2008. Pero estas grandes fusiones impactan en el sistema alimentario y en la vida rural.
Este trabajo hace un análisis de la concentración corporativa de semillas y agroquímicos, fertilizantes, genética ganadera, productos farmacéuticos para animales, maquinaria agrícola, comerciantes de materias primas agrícolas, de alimentos y bebidas procesadas y de minoristas de alimentos. Un estudio de 2011 del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) analizó la concentración del mercado mundial durante el período 1994-2009 en las cinco principales industrias de insumos agrícolas: agroquímicos, semillas, productos farmacéuticos para animales, genética animal y maquinaria agrícola. En 2009 las cuatro firmas más grandes de cada sector representaban más del 50% de las ventas en el mercado global, lo que se traduce en un oligopolio. Actualmente seis empresas controlan el 60% del mercado global de semillas y el 75% del mercado global de plaguicidas, y se estima que cuatro corporaciones representan históricamente casi el 90% del comercio mundial de granos.
Los efectos de las fusiones no son positivos para el campesinado. Generalmente estos ven limitadas sus opciones de compra y pierden autonomía. También les impacta negativamente el uso de Big Data por parte de las grandes corporaciones. El conocimiento que los campesinos han ido adquiriendo tiene miles de años y lo han compartido con sus comunidades y, recientemente, con investigadores. Pero ahora existen muchos dispositivos en las parcelas que transfieren la información a los servidores corporativos, con el desconocimiento de los campesinos en muchas casos, un asunto que plantea cuestiones sobre su uso.
Según IPES-Food y ETC, el gasto en I +D en el sector agroalimentario es notorio, pero no llega a todos. La investigación se enfoca en cultivos y tecnologías con los mayores rendimientos comerciales, y en cambio los cultivos que son más importantes para los pequeños agricultores en el Sur no son analizados por la industria, no pudiendo exprimir todo su potencial.
La forma de producir de las grandes corporaciones afecta al medio ambiente y a nuestra salud. El sistema agroalimentario industrial es responsable de ciertos impactos medioambientales, como el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Y hay grandes empresas que han admitido tener en cadenas de suministro de cacao y café a niños/as y a adultos en condiciones extremas.
Por último este monopolio de unas pocas empresas afecta a las políticas públicas. La concentración de poder hace que haya una gran influencia de estas corporaciones en la gobernanza global, sobre todo de en las políticas y acuerdos comerciales internacionales. Esto se traduce en que las políticas públicas prioricen los intereses empresariales por encima del bien público.
El informe recoge, además, una serie de recomendaciones para paliar el efecto de las fusiones:
- Crear un tratado internacional que supervise la consolidación agroalimentaria. Debe existir una gobernanza global que complemente la supervisión nacional. Hay organismos intergubernamentales como la FAO que deberían trabajar juntos para monitorear y evaluar los impactos del aumento de esta concentración.
- Limitar el poder de las compañías multinacionales. Los organismos internacionales deben hacer cumplir las leyes de competencia. Se deben eliminar las restricciones de propiedad intelectual que impiden a los campesinos guardar e intercambiar semillas. No debe permitirse que las empresas vendan semillas cuya productividad dependa de la aplicación de un químico complementario controlado por la misma compañía.
- Se debe impulsar que los sistemas agroalimentarios tengan acceso a una innovación diversificada y descentralizada, a un conocimiento de aplicación local y acceso abierto. El uso de datos masivos podría ser extremadamente beneficioso si se aprovecha con herramientas analíticas de código abierto, para compartir información sobre la propagación de plagas o las condiciones climáticas.
Según este estudio, es evidente que las compañías agroalimentarias se han vuelto tan grandes que es imposible que alimenten de forma sostenible y equitativa. Se están produciendo demasiadas fusiones que, de seguir así, generarán un mayor oligopolio. Los diferentes actores –agencias internacionales, organizaciones de la sociedad civil y gobiernos– deben tomar medidas urgentes para lograr un sistema alimentario que tenga en cuenta las necesidades de todos.