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Patatas fritas con menos sal y bollos con menos azúcar

El Ministerio de Sanidad ha puesto en marcha un plan para que distintos alimentos tengan una composición más saludable
Detalle de la infografía resumen del plan

El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (MSSSI), a través de AECOSAN (Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición), junto con varios sectores empresariales relacionados con la industria alimentaria, han elaborado el Plan de colaboración para la mejora de la composición de los alimentos y bebidas y otras medidas 2017-2020

En España desde hace más de veinte años las cifras de personas que sufren obesidad o sobrepeso son preocupantes, con las implicaciones que eso tiene respecto a problemas cardiovasculares, cánceres, diabetes tipo II y otras enfermedades. Las causas de la obesidad y del sobrepeso son complejas, pero en la mayoría de los casos se relacionan con un estilo de vida  sedentario y dietas poco saludables. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Europa y en España, por ejemplo, el consumo de azúcares totales y añadidos está por encima de los niveles recomendados, especialmente entre los niños/as, señalando los dulces y las bebidas como los alimentos principales que contribuyen al consumo de azúcar añadido. De manera general nuestra alimentación es poco equilibrada, con un bajo consumo de frutas, verduras y fibra, y un exceso de consumo de sal, grasas saturadas y trans y azúcares.

En España se están llevando a cabo distintas estrategias que tienen como objetivo promover dietas y estilos de vidas más sanos y saludables. Algunas de estas actividades tienen como objetivo aumentar en los consumidores la relación entre comida y salud. El Ministerio considera que la mejora en la composición nutricional de los productos es una de las intervenciones más eficaces para crear un entorno alimentario más saludable. Para crear un plan eficaz se ha necesitado la colaboración y el compromiso de diferentes sectores (el de fabricación, distribución, restauración moderna, restauración social y distribución automática). El plan comenzó su andadura en el año 2016 y sigue la tendencia de las políticas europeas.

Lo que pretende esta iniciativa en concreto es disminuir el contenido de ciertos nutrientes (grasas saturadas, grasas trans, sal o azúcares) modificando alguno de sus componentes, sin que esto suponga un aumento del contenido energético del alimento ni de otros nutrientes, manteniendo siempre la seguridad alimentaria, el sabor y la textura del producto.

Este plan, que está ya disponible, recoge unas fichas resúmenes de los acuerdos a los que se han llegado para cada tipo de alimentos y que deberán cumplirse antes del año 2020. En el texto se recalca además que esta mejora en la composición de los alimentos debe acompañarse de otras acciones que promuevan un estilo de vida saludable y una educación para la salud desde la infancia.

Frente a este planteamiento, varias sociedades científicas y expertos en nutrición dudan sobre la efectividad real de este tipo de medidas y alertan de que incluso puede incentivar su consumo. Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), señala que una reducción de 10% o del 5%, como se plantea en algunos productos, no es significativa. Según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el consumo de azúcares debería ser siempre menor al 10% de la ingesta calórica total, lo que suele redondearse en un máximo de 50 gramos al día. Sin embargo, datos de la Encuesta Nacional de Consumo de Alimentos y Bebidas (Enalia), mostraron que, en nuestro país, los niños y adolescentes consumen unos 95,1 gramos de azúcares al día; una cifra que alcanza los 78,1 g en el caso de los adultos y que, en su mayoría, no proviene del azucarero, sino de los productos ultraprocesados. Algo similar ocurre con la sal y las grasas.