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La pesca industrial del langostino amenaza a los pueblos de Ecuador

Representantes de pescadores ecuatorianos denuncian las violaciones de sus derechos que generan las actuaciones de las industrias camaroneras al norte del país.

Representantes de pescadores ecuatorianos denuncian las violaciones de sus derechos que generan las actuaciones de las industrias camaroneras al norte del país.

Los manglares son ecosistemas singulares, de alto valor ecológico, social y cultural. En ellos se crían, alojan y reproducen cientos de especies animales y vegetales, entre los que destacan numerosos tipos de moluscos y peces, que componen la dieta alimenticia de miles de pueblos de todo el mundo. Por eso los manglares son también una fuente de recursos insustituible para numerosas comunidades campesinas, ya que dan trabajo a millones de personas que viven de la pesca artesanal, a pequeña escala. En concreto, más de 100 millones de personas en todo el mundo viven directamente de este tipo de pesca y más de 1.000 millones dependen del pescado como fuente principal de proteína animal en sus dietas. Algunas políticas y prácticas pesqueras y comerciales de grandes multinacionales de pesca industrial están acabando con la biodiversidad marina y con la práctica de la pesca artesanal, convirtiendo el pescado en una mercancía industrial más, por una parte, y arrasando los ecosistemas marinos, por otra.

Por dos razones: en primer lugar, la pesca del langostino se realiza arrastrando grandes redes por el fondo marino, redes que arrasan todo lo que encuentran. La pesca del langostino representa sólo un 3% o 4% del total mundial de la pesca industrial. Pero es responsable de más del 27% de la destrucción innecesaria de la vida marina. Por cada kilo de langostino descargado en puerto, tres kilos de otros peces y seres marinos son capturados y arrojados de nuevo al mar, muertos o malheridos. Son las llamadas "capturas accidentales". En segundo término, sólo un pequeño porcentaje del langostino que se exporta, sólo un 5%, se pesca en el mar. La inmensa mayoría se cría en piscifactorías de reproducción y engorde químico de la especie, situadas en terrenos de antiguos manglares y campos de vocación agrícola, y que contaminan el agua debido al uso de antibióticos, pesticidas y fertilizantes.

En el caso concreto de los manglares de Olmedo y Majagual, al norte de Ecuador, la instalación de numerosas piscinas para la crianza industrial y la transformación de langostinos ha destruido, desde 1987, el 70% de estos ecosistemas, pese a que estaban protegidos como reserva ecológica y que de ellos depende la supervivencia de numerosas comunidades afroecuatorianas.

La Asociación de Pescadores Artesanales y de Comercialización de Productos Bioacuáticos Manglares del Norte (APACOPBIMN), con el apoyo de Promoción y Desarrollo (PROYDE), la campaña "Derecho a la alimentación. Urgente" -autora de un cómic sobre esta cuestión- y Greenpeace denuncian que la construcción de estas piscinas de cría de langostinos amenaza la realización del derecho a la alimentación de los habitantes de la región, ya que ha provocado la destrucción de miles de hectáreas destinadas a la agricultura de subsistencia o la contaminación de aguas antes aptas para el consumo. Más información en Artículos y Documentos.