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Greenpeace alerta de que la industria acuícola actual es insostenible

La actual industria acuícola y de engorde de especies, la dedicada al cultivo de plantas y animales acuáticos, es insostenible. Así lo diagnostica Greenpeace en un informe sobre este sector económico presentado en Barcelona.

La actual industria acuícola y de engorde de especies, la dedicada al cultivo de plantas y animales acuáticos, es insostenible. Así lo diagnostica Greenpeace en un informe sobre este sector económico presentado en Barcelona. Según denuncia la entidad ecologista, la industria acuícola, la más floreciente dentro del sector de la alimentación en el mundo, genera, entre otros problemas: sobrepesca, contaminación química, invasión de especies foráneas, destrucción costera y abusos de los derechos humanos. Por todo ello, Greenpeace recomienda a las tiendas y a los consumidores que sólo se abastezcan de productos acuícolas que puedan garantizar que no provienen de la destrucción.

«Es vital que tanto consumidores como distribuidores de estos productos conozcan los impactos reales de la acuicultura», declaró Paloma Colmenarejo, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace. El informe presentado ayer por esta ONG, titulado «La industria acuícola y de engorde: un reto de sostenibilidad», ha sido realizado por los Laboratorios de Investigación de Greenpeace en la Universidad de Exeter, Reino Unido. La sobrepesca se encuentra entre los principales impactos que, a juicio de los autores del estudio, se derivan de la acuicuultura. Así, señala que el uso de peces para la elaboración de harina y aceite de pescado para alimentar a muchas de las especies que se crían y engordan en las granjas de acuicultura no disminuye la presión sobre las pesquerías, sino que en muchos casos «la empeora».

Según Greenpeace, la cantidad de peces necesaria para que un salmón en cautividad engorde un kilo es de entre cuatro y cinco kilos. En el caso del atún rojo, la cantidad se eleva hasta los 20 kilogramos por cada kilo de pez producido. Por otra parte, Greenpeace alerta de que a las jaulas y los estanques de producción se añaden «una gran cantidad» de productos químicos y de fármacos para controlar los virus, las bacterias, los hongos u otros patógenos, «poniendo en riesgo la biodiversidad cercana». Asimismo, en su informe se alerta de que la ubicación de estas granjas impide el acceso a áreas costeras que, en muchos casos, son un territorio de uso común de las comunidades locales.

Otrora, la ONG denuncia que en el caso de la cría de langostino tropical en países como Filipinas, Vietnam, Tailandia, Bangladesh, Ecuador, Honduras o Brasil, se ha producido el desplazamiento de comunidades costeras a gran escala, muchas veces sin compensación económica y sin recibir a cambio un lugar alternativo donde poder vivir. Finalmente, la fuga de especies en un medio del que no son originarias y la destrucción de espacios costeros para la construcción de las granjas acuícolas son otras de las lacras que, según Greenpeace, se derivan de esta actividad. Hecho el diagnóstico, en su informe la ONG recomienda algunas soluciones, como potenciar la elaboración de harinas y piensos vegetales y el cultivo de peces de los eslabones más bajos de la cadena trófica (herbívoros y omnívoros) en vez de los grandes predadores, para alimentarlos con dietas vegetales, lo que propiciaría prácticas más sostenibles.

Incremento masivo

La acuicultura existe desde hace más de 4.000 años, pero no fue hasta mediados de los años 80 cuando se incrementó de forma masiva la producción de peces, crustáceos y mariscos, hasta el punto de que actualmente el 43% de todo el pescado que se consume proviene de esta actividad. Hasta ahora, la industria de la acuicultura ha promovido la idea de que su actividad es imprescindible en el abastecimiento futuro de pescado a nivel global y que reduce la presión sobre los recursos marinos sobreexplotados, aunque la realidad, en el caso de los peces carnívoros y de los langostinos, es que la ingestión de proteína supera la producción final de ésta.