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El Consejo de Derechos Humanos de la ONU renueva el mandato de Olivier de Schutter

El profesor De Schutter había iniciado su mandato como relator especial de Naciones Unidas para el derecho a la alimentación precisamente en el momento álgido de la crisis alimentaria de 2008

El profesor De Schutter había iniciado su mandato como relator especial de Naciones Unidas para el derecho a la alimentación precisamente en el momento álgido de la crisis alimentaria de 2008El día 1 de mayo de 2011 ha comenzado su segundo mandato. Con este motivo dirige un mensaje a todas las personas comprometidas con el derecho a la alimentación.

Salir del callejón de las crisis alimentarias

"Hace tres años, cuando inicié mi mandato como Relator Especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, los mercados de productos alimentarios básicos estaban inmersos en la peor tormenta de la historia. El índice de precios de la FAO alcanzaba niveles históricos y las manifestaciones tomaron las calles de más de cuarenta países. Los Gobiernos se estremecían de pánico y algunos acabaron incluso prohibiendo las exportaciones de productos básicos para tranquilizar a la población. En cuestión de meses, más de 140 millones de personas cayeron por debajo del umbral de la pobreza. Y por primera vez en la historia se superó la cifra de mil millones de hambrientos en el mundo. Tres años después, me preparo para asumir mi segundo mandato como Relator Especial de la ONU, ¿qué ha cambiado en estos tres años?

No cabe duda de que el pánico originado por la crisis alimentaria de 2007-2008 empujó a los responsables políticos a actuar y desde entonces se han conseguido grandes victorias. La agricultura ocupa ahora oficialmente la primera página de la agenda política; se han comprometido grandes sumas de dinero y se ha reformado el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, lo que ha llevado en una mejor gobernanza global de la seguridad alimentaria. Además, tanto las agencias internacionales como los gobiernos han reconocido en repetidas ocasiones que la realización del derecho a una alimentación adecuada es un elemento clave en la búsqueda de soluciones sostenibles para acabar con el hambre en el mundo.

No obstante y a pesar de estos cambios, la situación de 2007-2008 se repite hoy siguiendo el mismo guión. Hace menos de un año, los precios en los mercados internacionales volvieron a incendiarse y se mantuvieron en alza continua durante ocho meses. Según el Banco Mundial, los precios de los alimentos están ahora un 36% por encima de los niveles de 2010 y su volatilidad sigue siendo extremadamente elevada, rondando los límites de 2008. Los consumidores más pobres se están viendo castigados severamente. Muchos campesinos no pueden sin embargo beneficiarse de esta subida vertiginosa de los precios debido a su marginalización política y su falta de margen de negociación. Tampoco los sueldos de los agricultores están subiendo en concordancia con el alza de los precios de los alimentos básicos.

Nosotros podemos parar este ciclo de crisis alimentarias que mecánicamente nos conduce a un aumento de las desigualdades y de la pobreza. Una cosa está clara, los precios de los alimentos seguirán subiendo y serán más volátiles en el futuro debido a las intemperies climáticas, al incremento de la competencia por la tierra y el agua, y a la especulación cada vez más feroz en los mercados físicos y financieros. Sin embargo, el hecho de que estas tendencias se traduzcan sistemáticamente en niveles más altos de hambre y malnutrición depende de las decisiones que tomen los gobiernos.

En enero de 2011, presenté a los líderes del G20 las ocho prioridades necesarias para evitar la repetición de las crisis alimentarias. Pero los gobiernos, más allá de la aplicación de estas recomendaciones, tendrán que adoptar un cambio radical de perspectiva. Hoy por hoy, muchos de estos gobiernos siguen considerando el hambre como un problema de oferta y demanda, cuando en realidad se trata de un problema de falta de acceso a los recursos productivos, tales como la tierra y el agua, de empresarios y comerciantes sin escrúpulos, de un sector de insumos cada vez más concentrado en las manos de unos pocos, y de redes de seguridad insuficientes que no permiten garantizar el respaldo a los más pobres. Se ha prestado demasiada atención a intentar corregir la brecha entre oferta y demanda en los mercados internacionales, - como si el hambre el mundo fuese el resultado de la escasez física de alimentos a nivel agregado -, mientras que se ha dejado casi completamente de lado dos temas fundamentales: los desequilibrios de poder en los sistemas alimentarios y la falta estrepitosa de apoyo que debe prestarse a los pequeños campesinos para que sean ellos los verdaderos responsables de alimentar a sus familias, a sus comunidades y a sí mismos.

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