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La clave del ahorro de agua está en la comida, no en la bebida

El agua se está convirtiendo en un bien preciado y escaso; por ello se debe establecer dónde se consume más agua y qué debemos hacer para reducir su uso
El problema del consumo de agua radica sobre todo en la producción de alimentos

Según la OCDE, en 2025 un tercio de la población sufrirá problemas de abastecimiento de agua si continuamos con estos altos niveles de consumo.  No obstante, el agua que bebemos y el que utilizamos en nuestra higiene personal supone una parte muy pequeña del gasto total de este recurso. Sorprendentemente, es la producción de alimentos lo que consume más.

Además, la polución y el cambio climático desafían el acceso a este recurso. La calidad del agua se está deteriorando, puesto que, por ejemplo, el 70% de las industrias vierten en ella sus desechos. También, los cambios drásticos en las cantidades de agua debido al cambio climático, que provoca tanto sequías como inundaciones repentinas, hace que la accesibilidad de este recurso sea  irregular. 

Por otro lado, la distribución del agua es muy desigual, más de 60% se encuentra en solo 13 países. Los países en los que el agua es escasa no solo sufren las consecuencias a nivel personal sino que también afecta de gran manera a la industria y a la agricultura. Estos sectores consumen grades cantidades de agua. Además, los países más pobres emplean un 95% de su consumo total en la producción de alimentos, quedando por lo tanto el consumo personal y doméstico de agua muy restringido en la población de estos países.

Por lo tanto, para reducir el consumo de agua debemos controlar cómo se produce la comida que consumimos e identificar cuáles son los métodos de producción que más agua gastan. Aunque pensemos que el ahorro de agua se fundamenta en la reducción de su uso directo, en realidad, es de forma indirecta, por ejemplo consumiendo los alimentos que utilicen menos agua en su producción, donde estaremos contribuyendo al ahorro de agua.