Las valoraciones sobre el resultado de la Cumbre son diversas, aunque hay que reconocer que son más abundantes las visiones negativas que entienden que el gran perdedor de esta Cumbre es el planetaA lo largo de las últimas cuatro décadas la preocupación por el impacto ambiental de nuestro modelo de desarrollo se ha ido plasmando en una serie de informes y de obligaciones internacionales. Destacan dos grandes hitos: el cambio de paradigma que supuso el informe Brundtland, con el nacimiento del concepto de desarrollo sostenible y la Cumbre de la Tierra de 1992 en la que la comunidad internacional incorporó una serie de acuerdos sectoriales y transversales y asumió el principio de precaución, que implicaba la obligación de actuar de forma preventiva siempre que haya una duda razonable. Después de 40 años del informe sobre los límites del crecimiento y de los 20 años transcurridos desde la Cumbre de la Tierra de Río, la visión ampliamente compartida es que, como señalaba el propio el Secretario General de Naciones Unidas en un artículo publicado en prensa, los desafíos que entonces enfrentaba la humanidad se han hecho más grandes.
Río+20 suponía una oportunidad de renovar el compromiso con el desarrollo sostenible, evaluar las brechas en el cumplimiento de la Agenda 21 y afrontar los nuevos desafíos manifestados por la crisis económica, energética, ambiental y social.
En general, las organizaciones de la sociedad civil se sienten defraudadas por el resultado de Río+20; sienten que los legítimos intereses de la humanidad han sido puestos en segundo plano, por detrás de los intereses particulares del sector privado empresarial, y que las referencias a los principios de Río 92 no son más que maquillaje. No se han hecho compromisos serios en temas tan graves como la crisis ecológica, el cambio climático, la lucha contra la pobreza, la garantía de la seguridad alimentaria, la crisis energética, la situación de los océanos, etc. Los acuerdos alcanzados son tan débiles que algunos los han calificado de falta de acuerdos.
El documento final tiene un lenguaje débil, carente de compromiso. Se invoca un largo rosario de anteriores compromisos que han sido incumplidos sin dar pistas claras de cómo se van a cumplir.
El apartado dedicado a la economía verde adolece de una definición clara de qué se entiende por tal; se apunta como uno de los instrumentos más importantes para el desarrollo sostenible y se recogen una serie de orientaciones generales para las políticas que deben impulsarla, pero el conjunto resulta bastante impresionista, poco nítido, poco claro. Quizás el tiempo y la perspectiva permitan tener una visión más clara de este concepto, pero en inicio se mantiene la preocupación por su indefinición.
El apartado relativo al marco institucional para el desarrollo sostenible también resulta poco definido. Se habla de la necesidad de coordinación y coherencia de todos los organismos de Naciones Unidas, de la necesidad de fortalecer el ECOSOC, de establecer un foro político de alto nivel de carácter intergubernamental que reemplace a la Comisión de Desarrollo Sostenible, de fortalecer el PNUMA como principal autoridad ambiental mundial
pero parece que todo queda postergado al futuro, cuando la realidad es que los problemas ecológicos son urgentes y las respuestas no deberían tener dilación.
La lectura del apartado referido al marco para la acción y el seguimiento también transmite una sensación de falta de concreción. Se abordan muy diversos temas, pero no parece que haya compromisos concretos en ninguno. El apartado relativo a los Objetivos de Desarrollo Sostenible pudiera ser el único pequeño logro de la Cumbre con el compromiso de establecer un proceso formal para después de 2015; se establecerá un grupo de trabajo con 30 representantes de los cinco grupos regionales de Naciones Unidas que presentará un informe a la Asamblea General en el período de sesiones que abrirá en septiembre próximo.
Respecto a los medios de ejecución, tampoco hay nuevos compromisos; la responsabilidad principal del desarrollo sostenible la tendrá que asumir cada país. Se recuerdan los compromisos establecidos sobre ayuda al desarrollo y la conveniencia de que haya fuentes innovadoras de financiación, pero se traslada la elaboración de propuestas a un comité cuya labor concluirá en 2014. No hay urgencia, no hay compromisos fuertes, no hay nada concreto.
(Esta valoración es un resumen del artículo elaborado por Lourdes Benavides -Campaña CRECE- y José Mª Medina -Campaña "Derecho a la alimentación. URGENTE"- para la revista TIEMPOS DE PAZ)
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Balance de Río+20
20/07/2012
Las valoraciones sobre el resultado de la Cumbre son diversas, aunque hay que reconocer que son más abundantes las visiones negativas que entienden que el gran perdedor de esta Cumbre es el planeta