La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura ha publicado el artículo “COVID-19 y el riesgo para las cadenas de suministro de alimentos: cómo responder” escrito por Máximo Torero, economista jefe y Subdirector General Departamento de desarrollo económico y social de la FAO.
En este artículo Torero explica que los países han cerrado la economía para frenar la propagación del COVID-19 pero, si esta crisis se alarga, las cadenas de suministro se podrían ver afectadas. Para evitar la escasez de alimentos los países deben mantener estas cadenas.
En este artículo se señala que la salud es la máxima prioridad, por lo que se deben acelerar las pruebas e implementar medidas de aislamiento para frenar la propagación. También se deben satisfacer las necesidades de las personas más vulnerables. Y los países deben mantener el flujo de alimentos dando prioridad a la salud de los trabajadores del sector y sus productos.
Se enumeran además una serie de medidas específicas. La primera es ampliar y mejorar la asistencia alimentaria de emergencia y los programas de protección social. Más de 160 países han cerrado escuelas, lo que supone la cancelación de las comidas escolares, única fuente de nutrición para los niños/as en hogares vulnerables. Los bancos de alimentos y los grupos comunitarios, con el apoyo de gobiernos y organizaciones, deben movilizarse para entregar o enviar alimentos y facilitar que las familias se queden en casa. El mismo mecanismo de entrega se puede utilizar para proporcionar otra asistencia a personas con mayor riesgo, como kits de protección. Para los hogares vulnerables, las transferencias de efectivo pueden frenar el impacto y se les debe facilitar el pago de impuestos e hipotecas. Además, los programas de protección social deberían ampliarse, incluyendo a las personas con edades avanzadas. Desde marzo, 45 países han introducido o ampliado sus programas para responder a la pandemia.
La segunda medida es apoyar a los pequeños agricultores para mejorar su productividad y comercializar los alimentos que producen, también a través de canales de comercio electrónico. Restringir el movimiento detiene el acceso de los agricultores a los mercados, lo que puede traducirse en escasez de alimentos y aumentos de precios. Los países deben establecer medidas para garantizar la seguridad de los trabajadores agrícolas. Si es posible, los trabajadores deben hacerse la prueba del coronavirus. Las tiendas deben reducir sus horarios, rotar al personal y duplicar sus servicios de entrega. Los almacenes y las plantas de procesamiento deben ser rediseñadas para que se pueda practicar el distanciamiento social. Y debe asegurarse la prevención, con el uso de equipos de protección adecuados.
La tercera medida es mantener la cadena de valor de los alimentos prestando atención a posibles cuellos de botella en la logística. Se puede dividir ampliamente en dos grupos: los productos básicos (trigo, maíz, maíz, soja y semillas oleaginosas) y los productos de alto valor (frutas, verduras y pesquería). Hay suficientes existencias de productos básicos y las perspectivas para la cosecha en 2020 son favorables, asegurando la disponibilidad de alimentos. Sin embargo, están surgiendo interrupciones logísticas en las cadenas de suministro. Los países exportadores de productos básicos deben hacer todo lo posible para evitar las interrupciones logísticas y hacer que productos básicos puedan moverse a través de los países.
Los productos de alto valor requieren una gran cantidad de mano de obra para producir y se ven más afectados cuando los empleados enferman; en ocasiones es complicado cumplir con requisitos de distanciamiento social. Estas cadenas de suministro son más complejas y los países deben moverse rápidamente para identificarlos como un sector prioritario y garantizar que los trabajadores migrantes puedan acceder a granjas y plantas. Esta epidemia es una oportunidad para identificar los cuellos de botella y abordarlos. El cuello de botella es un concepto que hace referencia a una actividad o fase de la producción que suele ser más lenta o costosa y genera retraso en el resto de la línea de producción.
La cuarta medida es abordar las políticas comerciales y fiscales para mantener abierto el comercio mundial. Los países que dependen de alimentos importados son vulnerables y sus monedas caen frente al dólar, lo que reduce su poder adquisitivo. Se prevé que el precio de los alimentos aumente en la mayoría de los países. Hoy en día, los países cuentan con el Sistema de Información del Mercado Agrícola (AMIS), que proporciona información actualizada sobre las existencias y los precios de los principales cultivos básicos. La cooperación entre países puede ayudar a prevenir el alza de los precios.
Muchas economías ya están en recesión debido a las medidas adoptadas para detener la propagación del coronavirus. Los países deben estar dispuestos a incurrir en mayores costos económicos para minimizar el impacto de la pandemia y proteger a la ciudadanía.
Es probable que la pandemia impacte de forma mayor en los países más pobres o que ya están experimentando una crisis alimentaria, que necesitan apoyo financiero internacional para poder importar alimentos adicionales sin endeudarse más.
Si mantenemos las cadenas de suministro en movimiento y buscamos la cooperación internacional para mantener el comercio, los países pueden prevenir la escasez de alimentos y proteger a las poblaciones más vulnerables.