El desarrollo y la implementación de políticas efectivas de nutrición por parte de los gobiernos se han visto obstaculizados en el pasado por varios factores, incluidos el conocimiento, la capacidad y la voluntad insuficientes. Una política gubernamental sólida es crucial para lograr un sistema alimentario saludable, rentable, equitativo y sostenible que beneficie a todos. Y para conseguirlo es necesario tener en cuenta los éxitos y fracasos del pasado.
Por ello, los autores han revisado las estrategias y enfoques que los gobiernos pueden usar para mejorar la nutrición. Se han centrado en políticas dirigidas directamente a la nutrición en lugar de mecanismos más indirectos relacionados como son el comercio, la agricultura, el desperdicio y empoderamiento económico.
De todas las estrategias destacan dos:
- La estrategia de la educación y el etiquetado de los productos es la más utilizada. Esta estrategia coloca la mayor parte de la responsabilidad en el consumidor; tiene una efectividad variable y pueden tener menores efectos en los grupos marginados. Sin embargo, pueden promover reformulaciones de la industria y tener un efecto importante en la salud a largo plazo.
- Otra estrategia utilizada son los incentivos fiscales y “desincentivos” que van dirigidos a los consumidores, productores y minoristas. Se ha visto que esta estrategia es más consistente que la anterior. Los “desincentivos” pueden incluir impuestos especiales o sobre las ventas de productos no saludables como bebidas azucaradas y comida “basura” o la eliminación de los beneficios fiscales de la industria para el desarrollo y comercialización de productos no saludables. Irónicamente, la estrategia menos utilizada por los gobiernos para promover una mejor nutrición es el sistema de salud y la razón parecen ser las barreras que enfrentan para la promoción de la buena nutrición.
Tras analizar todas las estrategias que se pueden utilizar se considera que los gobiernos deberían promover el cambio de la industria alimentaria hacia alimentos más saludables, aprovechando el rápido aumento de la demanda de los consumidores. Los incentivos fiscales y otras políticas fiscales deberían promover la investigación, el desarrollo y la comercialización de alimentos más saludables en la industria alimentaria, combinados con “desincentivos” fiscales para reducir la comercialización de bebidas endulzadas con azúcar y comida basura. También se necesita un programa de financiamiento gubernamental y alianzas público- privadas transparentes para la investigación nutricional y ayudar así a minimizar los conflictos de intereses y los sesgos cognitivos y reales.
Es importante destacar que ninguna intervención individual puede abordar las complejidades del sistema alimentario actual y que los diferentes enfoques pueden ser complementarios y sinérgicos. De manera que, para tener éxito, se requieren alianzas amplias para mantener la presión, proporcionar datos sólidos y generar el deseo de progreso.