La preocupación creciente por una alimentación sana y por un planeta sostenible ha supuesto que diferentes alternativas ecológicas y solidarias se estén llevando a cabo en muchas partes del mundo, una de estas alternativas es la agricultura urbana comunitaria. La ciudad inglesa Todmorden implantó esta alternativa para cultivar alimentos hace ya 8 años y en poco tiempo se ha convertido en una “ciudad comestible”. Ha llenado sus calles, jardines o patios de colegios de árboles frutales, hierbas y hortalizas plantados por sus propios ciudadanos. Cuando llega la cosecha ellos mismos pueden abastecerse de manera gratuita siempre que lo necesiten. El objetivo de este proyecto es que el mayor número de personas produzcan sus alimentos. El proyecto creado bajo el lema “Increíble y Comestible” es un ejemplo de que un proyecto solidario y ecológico es posible en un sistema que cada vez parece estar más alejado de estos principios.
Esta iniciativa creada en esta ciudad de apenas 15.000 habitantes ha sido propagada ya por otras partes del mundo, a países como Francia, Bélgica, Alemania, Grecia, Japón, Burkina Faso, Canadá, Mali o México. Andernach, situada en Alemania, es otra de las ciudades que ha llevado a cabo esta iniciativa. Al igual que en la villa inglesa, los jardines y zonas verdes de la ciudad albergan árboles frutales y huertos para el consumo de sus ciudadanos. Al principio la idea de este proyecto no fue bien acogida por sus responsables políticos, por miedo al vandalismo o a que esas zonas terminaran convirtiéndose en vertederos, pero la realidad ha sido gratamente ventajosa para toda la ciudad. Los encargados de cuidar las cosechas son un grupo de veinte desempleados y la ciudad cada vez recibe un mayor número de turistas de todo el país además de haber creado una fuerte cohesión de todos los ciudadanos/as.
Puede que la proliferación de estas “ciudades comestibles” enseñen al mundo la manera de proteger nuestro planeta, recuperar la soberanía alimentaria y lograr la participación de toda la ciudadanía.