Artículo de José Luís Miguel. Director de los Servicios Técnicos de COAG. Publicado en AgroinformaciónLa alarma lanzada por los más importantes organismos multilaterales FAO, Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional- acerca del problema alimentario que se cierne sobre el Planeta, ha sorprendido por su dramatismo. El tono empleado resulta inédito y refleja una grave preocupación, pero también una autoexculpación en relación a ciertas políticas aplicadas a la agricultura y la alimentación a nivel global y que la realidad está dejando en evidencia. Que la agricultura y la alimentación se encuentren ahora en el primer orden de las preocupaciones públicas resulta abrumador para un sector condenado al ostracismo en las últimas décadas. Todavía somos incapaces de comprender lo que está sucediendo en su totalidad, pero estamos seguros de que la agricultura forma parte de un cambio de los equilibrios mundiales que se está desarrollando con extraordinaria velocidad. El consumo mundial de cereales secundarios está previsto que se incremente para esta campaña en 58 millones t., sin embargo, 40 millones t. corresponden a la mayor demanda en los Estados Unidos, es decir, básicamente el aumento del consumo se explica por la producción de bioetanol en EE.UU. que se puede considerar ha sido el detonante de la crisis actual. El incremento de las superficies de maíz destinado a bioetanol se está realizando a costa de la superficie de soja, de la que se espera una menor producción mundial para esta campaña (17 millones t. menos). La soja y los cereales son las materias primas agrícolas básicas y a través de ellas se ha producido el contagio de las tensiones inflacionistas al resto del sistema agroalimentario mundial. Paralelamente, tenemos unos sólidos fundamentos de demanda de materias primas agrícolas en el mercado mundial: el crecimiento de la población mundial, el aumento de la renta en los países emergentes (que va unida a un mayor consumo de proteína) y los ya comentados agrocarburantes. La oferta por su parte tiene dificultades prácticas de expansión, al encontrarse las mejores tierras del mundo ya en producción, aparte de necesitar largos períodos de maduración las inversiones que permitan incrementar la producción. Adicionalmente, hay un amplio acuerdo en que en el futuro las cosechas se enfrentarán a mayores riesgos climatológicos. También resultan determinantes los mayores costes energéticos y de los insumos de producción agraria que han elevado el suelo de precios mínimos de la producción de materias primas agrícolas. Los bajos costes de producción es probable que nunca vuelvan, por lo que tampoco será posible retornar a los precios de los alimentos que existían hace dos años. Otro aspecto fundamental es el incremento de la inversión financiera en materias primas agrícolas, sector que está destacando en 2008 entre las recomendaciones de los bancos de inversión, lo que implica el riesgo de alimentar una burbuja inflacionaria más allá de los fundamentos reales de mercado. Lo que está sucediendo ahora es consecuencia de las políticas dominantes desde hace años, auspiciadas principalmente por los acuerdos de la Organización Mundial de Comercio, tendentes a la liberalización del comercio mundial de productos agroalimentarios, igualándolos a cualquier otra mercancía. Por este motivo, era inevitable que la agricultura siguiese el camino de otras commodities, cuyo ciclo alcista comenzó a finales de 2001 con la explosión de la revolución industrial en China. Las materias primas minerales, y sobre todo, petróleo, han multiplicado sus precios desde entonces; los alimentos se han apuntado a esta espiral un poco tarde, ya entrado el año 2007. El nexo de unión entre alimentos y energía a través de los agrocarburantes ha resultado, como nos demuestra la realidad, determinante. Con lo dicho anteriormente tenemos ya una visión muy amplia de lo que está sucediendo, pero aún incompleta. Porque las relaciones de poder en el Mundo se han desequilibrado y cambiarán de forma determinante en los próximos años. La tormenta financiera global y la fuerte devaluación del dólar responden a un reequilibrio de poder que va más allá de la crisis sub-prime, en el que algunos países exportadores de energía y otras naciones emergentes han puesto sobre el tablero geoestratégico los enormes flujos de capital que han captado en los últimos años. Esto se traduce en la lucha por el poder y la hegemonía en el Planeta, campo de batalla de una guerra políticamente correcta librada con fondos soberanos, tipos de cambio, compras de empresas, alianzas internacionales y estrategias de ocultación, pero al final centrada en lo que son los fundamentos eternos de la vida en la Tierra: energía, alimentos, agua y espacio vital. Estos conflictos, sin duda menos cruentos que las bata