Se ha hecho público el informe anual El Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo que elaboran de forma conjunta desde hace varios años la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Este año el informe presta una especial atención a la “Transformación de los sistemas alimentarios para que promuevan dietas asequibles y saludables”.
Para el informe de este 2020 se ha actualizado la información de muchos países lo que ha permitido estimar la situación de la seguridad alimentaria de forma más precisa. En particular se ha revisado la serie completa de estimaciones de la subalimentación correspondientes a China desde el año 2000, que ha dado lugar a una variación a la baja de la serie relativa al número de personas subalimentadas en el mundo. A pesar de este nuevo cálculo de la serie histórica, las cifras muestran que las personas afectadas por el hambre han aumentado desde el año 2014.
En 2019, con la actualización de información realizada, se estima que hay 690 millones de personas en el mundo en situación de hambre. Y la previsión preliminar es que, con la pandemia del COVID-19, en 2020 esta cifra se incrementará entre 83 y 132 millones.
Si la medida que utilizamos es la de inseguridad alimentaria grave, la estimación es de 750 millones de personas, y si sumamos tanto la inseguridad alimentaria grave como moderada, se estima que unos 2. 000 millones de personas en el mundo no disponían de acceso regular a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes en 2019. Unos datos que muestran lo lejos que estamos de lograr el ODS2 –Hambre Cero.
Si se mantienen las tendencias, la distribución del hambre cambiará en el 2030 haciendo que África sea la región con más personas subalimentadas en términos absolutos, lugar que en este momento ocupa Asia.
La malnutrición en todas sus formas sigue siendo un desafío y, aunque ha habido progresos en relación con el retraso del crecimiento infantil, la insuficiencia ponderal y la lactancia materna exclusiva, el ritmo es demasiado lento. En relación con el sobrepeso infantil, no se han logrado mejoras y la obesidad en adultos está aumentando en todas las regiones.
Más de 3.000 millones de personas en el mundo no pueden acceder a dietas saludables. Las dietas saludables son hasta cinco veces más costosas que las dietas que solo satisfacen las necesidades energéticas mediante alimentos amiláceos (alimentos con gran cantidad de almidón). El costo de una dieta saludable supera el umbral internacional de la pobreza (establecido en 1,90 dólares, en términos de paridad del poder adquisitivo [PPA], por persona al día), lo cual la hace inasequible para la población pobre. Se calcula que el 57% o más de la población no se puede permitir una dieta saludable en África subsahariana y Asia meridional.
El informe llama la atención sobre el hecho de que todas las dietas tienen costos ocultos. Dos de los costos ocultos más importantes están relacionados con las consecuencias de los alimentos que consumimos y de los sistemas alimentarios que los suministran para la salud (ODS 3) y para el clima (ODS 13). Se prevé que, con las tendencias actuales, los costos sanitarios relacionados con la dieta superen los 1,3 billones de dólares al año para 2030 y se estima que los costos sociales relacionados con la dieta (las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a los hábitos alimenticios de hoy) superarán los 1,7 billones de dólares al año para 2030. Pero, si desarrollamos dietas saludables, podría habrer una reducción del coste sanitario y del coste social: se calcula que para el primero la reducción podría ser del 97% y para el segundo de entre el 41 y el 74%.
El informe advierte también que no todas las dietas saludables son sostenibles y que no todas las dietas sostenibles son saludables; hay que seleccionar bien. Promover dietas saludables requiere transformaciones importantes en los sistemas alimentarios, con soluciones adaptadas a los diferentes contextos y con diferentes compensaciones y sinergias para los países.
El mundo no está en vías de lograr el objetivo del Hambre Cero para 2030 ni de lograr otras metas mundiales sobre nutrición. Si continúan las tendencias recientes, el número de personas afectadas por el hambre superaría los 840 millones para 2030.