Patrick Holden, agricultor y director de la organización inglesa Sustainable Foof Trust, apunta que el precio de la comida barata no refleja sus verdaderos costes. Para argumentar esta afirmación, comenta su propia experiencia de hace unos años cuando comprobó que sus prácticas agrícolas con métodos sostenibles no podían competir en precio con las de sus vecinos que utilizaban productos químicos, subsidiados por la PAC.
El resultado fue que los productos de sus vecinos en el mercado se vendían más baratos que los producidos en su granja. Sin embargo, comenta Patrick, sus vecinos no contabilizaban los costes medioambientales que, a la larga, supone la utilización de productos químicos, tanto dentro como fuera de la granja, tales como la contaminación del agua, la emisión de gases de efecto invernadero, la degradación del suelo… Ninguna de esas consecuencias, derivadas del uso de productos químicos, se tiene en cuenta en el balance y no se repercuten en el precio de los alimentos, pero repercute en los consumidores por otras vías como son los costes derivados de la mala salud, de la contaminación atmosférica, de las emisiones que causan el cambio climático en las generaciones presentes y futuras.
Patrick Holden llega a la conclusión de que nuestro sistema económico está distorsionado y no refleja los costes y los beneficios reales de los distintos sistemas productivos y que las explotaciones que diversifican su producción generan más beneficios sociales y medio ambientales que las dedicadas al monocultivo.