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Honestidad y voluntad política para priorizar el derecho a la alimentación al comercio

Ante la Reunión de Alto Nivel sobre Seguridad Alimentaria (RANSA), la campaña “Derecho a la alimentación. Urgente” solicita a los gobiernos que asuman con honestidad la incoherencia e ineficacia de las políticas de las últimas décadas y que se comprometan a atajar realmente la crisis alimentaria, ecológica y energética, originada por el actual modelo de desarrollo.

Ante la Reunión de Alto Nivel sobre Seguridad Alimentaria (RANSA), la campaña “Derecho a la alimentación. Urgente” solicita a los gobiernos que asuman con honestidad la incoherencia e ineficacia de las políticas de las últimas décadas y que se comprometan a atajar realmente la crisis alimentaria, ecológica y energética, originada por el actual modelo de desarrollo. Según la FAO, en 2007 vivían en el mundo 923 millones de personas hambrientas, cifra que aumentó en 2008 hasta alcanzar los 963 millones por ser éste el año en el que se produjo el mayor incremento de los precios de los alimentos.  Esta crisis alimentaria no puede desvincularse de las crisis económica, climática y energética que asolan el planeta, ya que las cuatro comparten el mismo origen: el actual modelo de desarrollo, fundamentado en el crecimiento económico salvaje, la liberalización de la economía y de los mercados y una agricultura que no tiene como prioridad la realización del derecho a la alimentación de las personas sino el comercio.

 

Ya nadie se atreve a decir que el hambre es consecuencia de la falta de alimentos. El hambre del siglo XXI hunde sus raíces en la discriminación y marginación en la que viven millones de personas y en la supremacía de los intereses comerciales y económicos frente a los derechos humanos. Pese a la obligación de los estados de respetar, proteger y garantizar el derecho a la alimentación, poniendo para ello todos los recursos disponibles, a lo largo de las últimas décadas, por ejemplo, la agricultura ha perdido relevancia en los presupuestos públicos, pasando de suponer una media del 18% de los presupuestos en la década de los 80 al 3-4% actualmente.

 

Por otra parte, los países que actualmente demandan los biocombustibles  se abstraen de las consecuencias que su demanda tiene en la competencia por los recursos productivos -especialmente tierra y agua- en los países en desarrollo. La producción de biocombustibles, tal y como se plantea en la actualidad, no se traduce en una autonomía energética de los países que proporcionan la materia prima. En cuanto al comercio, es necesario un ejercicio de honestidad: a la situación actual de desajuste de precios y de crisis alimentaria se ha llegado en parte por las políticas comerciales, de protección de mercados y de subsidios de los países del Norte, que han sufrido los países del Sur, a los que sin embargo no se deja beneficiarse de medidas compensatorias.

 

La lucha contra el hambre ha sido uno de los principales reclamos para la solidaridad desde mediados del siglo XX y la comunidad internacional ha reiterado su compromiso para la erradicación de esta lacra en diferentes conferencias y cumbres. Pero iniciativas como el Plan de Acción de la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996 o las Directrices Voluntarias para el Derecho a la Alimentación aprobadas en 2004 no han sido implementadas en su totalidad por falta de voluntad política.  Todo el comunicado, en Artículos y Documentos. El videocomunicado, en Agenda.