La FAO publica el informe El estado de los bosques del mundo 2016 en el que se analizan las oportunidades y los desafíos que representan la relación que existe entre los bosques, la agricultura y el desarrollo sostenible. La gestión sostenible de los bosques puede garantizar la seguridad alimentaria y la resiliencia al cambio climático, ya que desempeñan un papel clave en el ciclo del agua, la conservación de los suelos, la fijación del carbono y la protección de los hábitats. Además detener su pérdida supondría una mejora en la vida de cientos de millones de personas cuyos medios de vida dependen de los bienes y los servicios ambientales de los bosques.
Según este estudio la superficie forestal mundial ha disminuido un 3% en el período comprendido entre 1990 y 2015, y actualmente se encuentra por debajo de los 4.000 millones de hectáreas. Aunque la tasa de pérdida neta de bosques a nivel mundial ha disminuido sigue siendo motivo de preocupación.
El informe analiza las tendencias que existen en el cambio del uso de la tierra. Se señala que durante los años 2000-2010 se produjo una importante pérdida de los bosques debido a la reconversión de estos espacios en terrenos agrícolas. En América Latina la agricultura comercial originó casi el 70 % de la deforestación, en cambio en África la deforestación fue producida en mayor medida por la pequeña agricultura. Otros factores que han influido en la deforestación han sido el crecimiento de la población, los cambios en los hábitos de consumo, la evolución del sector agrícola o la gobernanza del cambio del uso de la tierra. En el periodo posterior, 2010-15, las pérdidas de bosques se compensaron con una combinación de expansión natural, a menudo en terrenos agrícolas abandonados y establecimiento de bosques plantados.
Incluye también una serie de estudios de casos de diferentes países (Chile, Costa Rica, Gambia, Georgia, Ghana, Túnez y Vietnam) que demuestran que la seguridad alimentaria se fortalece cuando aumentan o se mantienen las zonas forestales. Algunos de estos países han sido capaces de conciliar las necesidades del sector agrario y forestal incrementando la seguridad alimentaria. Varios de estos estudios sugieren que el desarrollo de economías agrícolas orientadas al mercado debería incluir protección social y medioambiental. El estudio manifiesta que uno de los desafíos es lograr que todos los países aborden en sus políticas nacionales el cambio del uso de la tierra. El trabajo contiene también una serie de conclusiones presentadas de forma muy clara y concisa.
El estado de los bosques del mundo 2016 puede ser un impulso para que el sector forestal, el agrícola y otros como el del agua o desarrollo rural, trabajen de forma conjunta y cooperativa para alcanzar los ODS.