Hace unos días se publicó el Informe mundial sobre crisis alimentarias 2020. Los datos y análisis que aparecen en el mismo fueron elaborados antes de la crisis mundial de la pandemia de COVID-19 y por lo tanto no se recoge el impacto de esta crisis, aunque en el informe se ha incluido una breve reseña analizando lo que podría suceder.
Este informe es el resultado de una evaluación conjunta y consensuada de situaciones de inseguridad alimentaria realizada por una red internacional de 16 organizaciones. Incluye un análisis de la situación de cada país que se ha examinado, en total 55, y una previsión de lo que sucederá en el futuro.
En el informe se analiza la situación de seguridad alimentaria de las poblaciones a través de una ‘Clasificación Integrada de Fases de Seguridad Alimentaria’. Esta clasificación se divide en 5 fases: las poblaciones pueden satisfacer sus necesidades alimentarias (Fase 1); poblaciones en situación de estrés (Fase 2) en la que los hogares tienen un consumo de alimentos mínimamente adecuado, pero no pueden permitirse gastos esenciales no alimentarios; poblaciones en crisis (Fase 3) con desnutrición aguda alta o superior a la habitual; poblaciones en emergencia (Fase 4) con desnutrición aguda muy alta y exceso de mortalidad, y poblaciones en catástrofe (Fase 5) donde la miseria y los niveles extremadamente críticos de desnutrición aguda son evidentes.
En el informe se muestra que en 2019 había 135 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria aguda (Fase 3 o superior), una cifra mayor que en años anteriores. Estos datos son consecuencia de los conflictos, cambios extremos climáticos, como la sequía, y crisis económicas. Además 183 millones de personas en 47 países se clasificaron en la fase 2 (poblaciones en situación de estrés) y en riesgo de caer en fases peores.
Más de la mitad de los 77 millones de personas con inseguridad alimentaria aguda que viven en países con conflictos están en Oriente Medio y Asia. En África oriental, los conflictos armados, la violencia intercomunal y otras tensiones continúan afectando la paz, particularmente en Sudán del Sur.
Los fenómenos meteorológicos afectan a las poblaciones con inseguridad alimentaria aguda que viven en África, particularmente en el Cuerno de África y África austral, seguidos de América Central y Pakistán. Y la crisis económicas afectan a países como Haití, Pakistán, Venezuela o Zimbabwe.
Se estima que 79 millones de personas continuaron desplazadas a nivel mundial a mediados del pasado año (44 millones desplazadas internamente) y más de la mitad fueron alojados en países con un alto número de personas con inseguridad alimentaria aguda.
En el futuro se considera que Yemen seguirá siendo el país más afectado por la crisis alimentaria. Y en África probablemente aumentará la inseguridad alimentaria aguda en toda la región, debido a diferentes causas que varían entre países: brotes de plagas, conflictos prolongados, altos precios de los alimentos, inestabilidad económica, desplazamientos y efectos del clima.
En el Medio Oriente y Asia los conflictos y la depreciación de la moneda supondrá un aumento de los niveles de la inseguridad alimentaria aguda, y en algunos países de América Latina y el Caribe, las crisis sociopolíticas, las condiciones climáticas extremas, la falta de empleo y los altos precios de los alimentos pueden conducir a un aumento de la inseguridad alimentaria aguda.
Se debe señalar también que la pandemia que está sufriendo el mundo seguramente devaste los medios de vida de muchas personas y afecte a la seguridad alimentaria en muchos países. Sobre todo en contextos frágiles y con mayor impacto sobre las personas más vulnerables que trabajan en los sectores agrícolas y no agrícolas informales.
Los millones de personas con inseguridad alimentaria aguda que necesitan asistencia alimentaria y nutricional humanitaria urgente son los más vulnerables, ya que tienen muy poca o ninguna capacidad para hacer frente a los aspectos de salud o socioeconómicos del choque.
Para evitar que estas decenas de millones de personas que ya enfrentan crisis alimentarias sucumban al virus o a sus consecuencias económicas, todos los actores deben movilizarse y coordinarse a lo largo de un conjunto de prioridades operativas y estratégicas.
En la mayoría de los países analizados en este informe, los sistemas nacionales de salud ya están sobrecargados y las personas pobres no pueden acceder a la atención médica y/o viven en áreas remotas lejos de los servicios. Las personas en crisis alimentaria a menudo tienen tasas más altas de afecciones de salud subyacentes, incluidas enfermedades infecciosas y desnutrición, que debilitan el sistema inmunitario y aumentan el riesgo de de desarrollar síntomas graves de COVID-19.
Se podrán dar dinámicas diferentes que aumenten la situación del hambre de muchas personas debido al aumento de los precios de los alimentos, como consecuencia de las restricciones de movimiento que limiten la disponibilidad de mano de obra agrícola o de las políticas proteccionistas, como los aranceles y las prohibiciones a la exportación.
Es importante tomar medidas colectivas rápidas para prevenir el impacto de la pandemia en la seguridad alimentaria. Dichas medidas deben diseñarse e implementarse en coordinación entre los gobiernos, los actores humanitarios y de desarrollo. Habría que ampliar los sistemas de protección social, asegurando que los más vulnerables puedan acceder a los alimentos.