A pesar del compromiso firmado por Naciones Unidas en la Agenda 2030 (erradicar el hambre y todas las formas de malnutrición), el número de personas que padecen hambre se ha incrementado cada año desde 2015. Según el recién publicado informe elaborado en colaboración por un equipo de expertos técnicos de la FAO, el FIDA, la OMS, el PMA y el UNICEF, más de 820 millones de personas siguen padeciendo hambre en todo el mundo, lo que destaca el inmenso reto que supone alcanzar el objetivo del hambre cero para 2030.
Si se observan todas las regiones, la población subalimentada está distribuida de forma desigual, y la mayoría de esas personas (más de 500 millones) vive en Asia. El número ha ido aumentando progresivamente en África, donde alcanzó casi los 260 millones de personas en 2018 (casi el 20% de la población africana), de las cuales más del 90% vivía en el África subsahariana. El hambre está aumentando también, aunque en menor medida, en América Latina y Asia occidental.
Considerando todas las personas que se encuentran afectadas en el mundo por niveles moderados de inseguridad alimentaria (es decir, personas que padecen incertidumbre en cuanto a su capacidad para obtener alimentos y se han visto obligadas a aceptar menos calidad o cantidad en los alimentos que consumen) y las que padecen hambre, se estima que más de 2.000 millones de personas (26,4% de la población mundial) carecen de acceso a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes, lo que incluye al 8% de la población de América septentrional y Europa. En España, el número de personas en situación de inseguridad alimentaria grave ha aumentado en un año de 600.000 a 700.000.
La obesidad también está en aumento en casi todos los países, y contribuye a 4 millones de muertes en todo el mundo. El incremento de la prevalencia de la obesidad entre 2000 y 2016 ha sido incluso más rápido que el del sobrepeso. Ninguna región está exenta de la epidemia de sobrepeso y obesidad.
Junto a los conflictos y el cambio climático, las desaceleraciones económicas impulsan el reciente aumento del hambre. Los nuevos datos confirman que el hambre ha ido en aumento en muchos de los países cuya economía ha entrado en una fase de desaceleración o de contracción. El ritmo desigual de la recuperación económica y la persistencia de un escaso rendimiento económico en muchos países, después del debilitamiento ocurrido en 2008-09 en todo el mundo, socavan los esfuerzos por acabar con el hambre y la malnutrición. La mayoría de los países (65 de 77) que experimentó un aumento de la subalimentación entre 2011 y 2017 padeció de forma simultánea episodios de desaceleración o de debilitamiento de la economía. Sorprendentemente, en la mayoría de los casos, no se trataba de países de ingresos bajos, sino de países de ingresos medianos. De esos 65 países, 52 dependen en gran medida de las exportaciones o importaciones de productos básicos primarios.
Este informe insta a que se adopten medidas en dos frentes: el primero, salvaguardar la seguridad alimentaria y la nutrición por medio de políticas económicas y sociales que ayuden a contrarrestar los efectos de las desaceleraciones y los debilitamientos de la economía, tales como garantizar fondos para redes de seguridad social y garantizar el acceso universal a la salud y la educación; y, el segundo, hacer frente a las desigualdades existentes en todos los niveles por medio de políticas multisectoriales que permitan lograr formas sostenibles de escapar de la inseguridad alimentaria y la malnutrición. La acción en estos dos frentes requiere respuestas de políticas a corto y a largo plazo que dependerán de la capacidad institucional y de la disponibilidad de mecanismos y fondos para contingencias destinados a apoyarlas.