En la legislación de la Unión Europea, el desperdicio de alimentos se define como "cualquier sustancia o producto, ya sea procesado, parcialmente procesado o sin procesar, destinado a ser ingerido por humanos o que se espera razonablemente que lo ingiera" a punto de ser desechado. Para garantizar que los esfuerzos nacionales contra el desperdicio de alimentos está informado por una base de evidencia sólida, la UE exige a los Estados miembros que midan el desperdicio de alimentos e informen sobre el progreso realizado en las siguientes etapas:
- producción primaria;
- procesamiento y fabricación;
- venta al por menor y otra distribución de alimentos;
- restaurantes y servicios de alimentación;
- hogares.
La legislación existente en la UE sobre reducción del desperdicio alimentario sigue siendo insuficiente para actuar de forma ambiciosa. Solo el objetivo de reducción del 50 % para 2030 para los consumidores y el comercio minorista se menciona en la Directiva marco sobre residuos y no se ha hecho obligatorio. Sin embargo, la estrategia Farm to Fork allana el camino para la adopción de objetivos obligatorios, que serán basados en la medición de los niveles de desperdicio de alimentos que los Estados miembros deben registrar para 2022. La UE y los gobiernos nacionales deberán ser ambiciosos al proponer compromisos vinculantes y medidas concretas para acelerar la transformación necesaria hacia un sistema alimentario sin desperdicio.
Si la legislación europea y nacional tiene que impulsar esta transición, el nivel local también tiene un papel crucial que desempeñar. Cada vez más, las regiones y los municipios se consideran actores clave en la economía circular y el sistema alimentario sostenible ya que son ellos los que implementan medidas concretas sobre el terreno y representan el nivel de gobernanza más cercano a los ciudadanos y las empresas locales. Además, a través de su posición única en la cadena de suministro de alimentos, las ciudades tienen la capacidad de estimular su entorno directo (a través de compras públicas verdes, comedores públicos o mercados municipales) e indirecto (agricultura periurbana, consumo ciudadano...) para crear un sistema alimentario local libre de desperdicio.
La guía "Reducir el desperdicio de alimentos a nivel local", elaborada por Slow Food y Zero Waste Europe, presenta cinco directrices para la acción desde el ámbito municipal e incluye estudios de caso que muestran ejemplos de municipios que están reduciendo con éxito el desperdicio de alimentos, así como indicaciones sobre cómo los municipios deberían avanzar en cada una de ellas. Las cinco directrices son:
- Planificar y elaborar estrategias para preparar y adoptar un plan holístico que apunte a reducir el desperdicio de alimentos en el marco de una transición más amplia hacia un sistema alimentario sostenible.
- Estimular el sistema alimentario local a través de la agricultura apoyada por la comunidad e iniciativas que reduzcan la pérdida de alimentos en el nivel primario.
- Crear un entorno alimentario local que aliente a una amplia gama de actores públicos y privados a desarrollar actividades de prevención del desperdicio de alimentos.
- Sensibilizar y educar sobre el valor de los alimentos a través de programas educativos o campañas impactantes que estimulen a los ciudadanos a reducir el desperdicio de alimentos.
- Desarrollar un sistema adecuado de gestión de biorresiduos para garantizar que los residuos de alimentos se valoricen en fertilizantes en caso de que no se pueda evitar.