El índice de precios de los alimentos, que la FAO comenzó a utilizar en 1990, se calcula sobre la base de la media de los índices de precios de los principales grupos de productos básicos (cereales, carne, lácteos, azúcar, aceites y grasas), ponderados por las cuotas medias de exportación de cada uno de los grupos; en el índice general se conjugan en total 55 precios de alimentos que los especialistas en productos básicos de la FAO consideran representativos de los precios internacionales de los productos alimenticios.
Desde su origen, en 1990, hasta abril de 2007 (momento en que ya empiezan a manifestarse los primeros síntomas de lo que luego sería la gran crisis alimentaria) nunca superó los 140 puntos. Entre 2008 y 2011 el índice experimentó una montaña rusa con picos de hasta 240 y con valles que nunca bajaron de los 140 puntos. Desde octubre de 2010 hasta julio de 2014 no bajó en ningún momento de los 200 puntos. En el último año y medio ha experimentado un descenso continuado hasta cerrar 2015 en 154 puntos. En su última edición del informe Commodity Markets Outlook, el Banco Mundial prevé que en 2016 el precio de los alimentos descenderá todavía un 1,4%.
En otros factores, los descensos experimentados en los precios de los alimentos seguramente tienen relación con el descenso en el precio del petróleo. El modelo de producción agrícola que se ha desarrollado en las últimas tres o cuatro décadas es muy petrodependiente. El precio del petróleo influye en el precio de los alimentos por cuatro vías:
- Primero, porque la especialización productiva y el impulso de cultivos de exportación implica, entre otras cosas, que una parte no desdeñable de los productos alimentarios realicen viajes internacionales antes de ser consumidos. Siendo el transporte la actividad más dependiente del petróleo, se puede entender que el incremento de los precios del crudo afectan a los del transporte y éstos repercuten también en los precios de los alimentos.
- Por otro lado, este tipo de agricultura industrial utiliza el petróleo como principal fuente de energía . De hecho, después del transporte, es la actividad que depende en mayor medida del petróleo. Según datos de la Agencia Internacional de Energía, el petróleo supone aproximadamente el 60 % de la energía utilizada en la agricultura en los países más desarrollados, y hasta el 80 % en los menos desarrollados.
- En tercer lugar, este modelo agrícola requiere un amplio uso de fertilizantes y pesticidas que, en muchos casos, derivan del petróleo o del gas natural. El encarecimiento del petróleo se traduce también en subidas de precios de los agroquímicos.
- Por último, el incremento del precio del petróleo estimula el aumento de la demanda de agrocombustibles. Salvo algunos casos, los agrocombustibles no son competitivos económicamente frente a los combustibles derivados del petróleo, salvo que éste esté muy caro. El incremento de precio del petróleo ha influido también en el desarrollo de políticas de promoción de los agrocombustibles, que también tiene un impacto en el incremento de precios de los alimentos.
Por todo ello, la disminución del precio del petróleo debería traducirse en disminución del precio de los alimentos, como de hecho ha ocurrido en este último año, aunque la bajada de precios de los alimentos no haya sido tan notable como la del petróleo. El mismo informe del Banco Mundial señala que la estabilización de la demanda de agrocombustibles, lógica en un contexto de bajísimos precios del petróleo, ha tenido impacto en los precios de los alimentos.
Y hasta aquí lo que podríamos llamar buenas noticias. El Banco Mundial señala también que el precio del petróleo podrá bajar todavía un poco más en 2016 pero su previsión es que, a lo largo de la próxima década, vuelva a duplicar su precio. ¿Qué ocurrirá entonces con los precios de los alimentos?