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¿Quién nos alimentará?

Un informe de Etc Group hace un análisis comparativo entre la pequeña agricultura y la agricultura industrial

Etc Group (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y  Concentración) es una organización que se dedica a la conservación de la diversidad cultural, ecológica y de derechos humanos, para ello trabajan junto con organizaciones de la sociedad civil y realizan estudios e investigaciones de información tecnológica (particularmente sobre biotecnología y diversidad biológica). La organización ha publicado una actualización del informe “¿Quién nos alimentará? ¿La red campesina o la cadena agroindustrial?”, donde se  debate en qué manos estará nuestra alimentación en el futuro y cuál sería la mejor opción para las generaciones presentes y futuras y para nuestro planeta. A partir de 24 preguntas, el informe expone de forma muy clara y visual una serie de temas relacionados con la alimentación global.

Según el estudio, los campesinos proporcionan el 70 % de los alimentos que consumimos en el mundo, usando menos del 25% de los recursos naturales y otros insumos para producirlos. Este dato, ya publicado con anterioridad por Etc Group, es una cifra aproximada e incluso conservadora, muy complicada de calcular debido a la falta de datos exhaustivos de la contribución de alimentos al mundo por parte de la red campesina. Cuando formularon por primera vez este cálculo, en el año 2009, fue un dato controvertido, pero actualmente es aceptado por las Naciones Unidas, la academia e incluso por actores del  sector industrial.

La cadena agroindustrial es una secuencia lineal de eslabones que van desde los insumos para la producción hasta lo que se consume en los hogares. El documento se pregunta cómo, a pesar de ser una cadena que produce mucha comida, solo es capaz de alimentar a menos del 30% de la población. Eso se debe a que el 44% de las calorías que se producen se dedican a la producción de carne, un 9 % se usan para producir agrocombustibles y un 23% se pierden o desperdician a lo largo de la cadena alimentaria. El resultado es que solo un 24 % de las calorías producidas por la agricultura industrial acaban siendo consumidas por las personas, de las cuales un 2% son perjudiciales para la salud.

Además, la producción agroindustrial está agotando recursos agrícolas: utiliza más del 75% de la tierra agrícola del mundo, es responsable del consumo de al menos el 90% de los combustibles fósiles dedicados a la agricultura y usan el 80% del agua dulce destinada a riego en el mundo. Por otro lado, la red campesina usa menos del 25% de las tierras agrícolas, se calcula que usa aproximadamente el 10% de la energía fósil y no más del 20% del agua dulce.

A lo largo del informe se presentan contribuciones de la producción campesina (potencia la biodiversidad de las semillas, del ganado y salvaguarda las pesquerías; protege los bosques y a los polinizadores silvestres; protege la diversidad cultural y los derechos humanos; tiene más capacidad potencial para adaptarse al cambio climático, etc.) y de la producción agroindustrial (usa mucho dinero para producir muy pocos cultivos, se concentra en criar cinco especies de animales casi exclusivamente y sobreexplota las pesquerías; destruye a los polinizadores naturales; utiliza grandes cantidades de plástico; potencia una alimentación poco saludable, etc.)

Pero a pesar de la realidad que se plasma en este trabajo, el discurso de la cadena agroindustrial sigue siendo muy potente y apenas se divulga información sobre la realidad de la cadena agroalimentaria. Según el informe, las empresas y analistas concentran información que no sacan a la luz, por ello los políticos aceptan las pautas que da este mercado. La sociedad civil tiene dificultad para acceder a la información que podría impedir a la agroindustria mantener una serie de mitos, como que para que todos/as podamos comer se necesita la producción agroindustrial.

Para que los agricultores campesinos puedan seguir alimentándose a ellos mismos y a la gran parte de la población mundial que depende de su producción, se necesita una serie de políticas que se recalcan en el texto: reforma agraria que incluya el derecho a los territorios, restaurar el derecho a intercambiar o vender semillas y ganado, eliminar las normas que impiden el desarrollo del mercado local, potenciar la investigación que sea liderada por el campesinado, instituir el comercio justo y crear condiciones laborales justas para los/as trabajadores/as agrícolas…

El texto en general muestra las bondades de la producción agrícola campesina y los problemas implícitos en la producción agroindustrial. La respuesta a la pregunta ¿Quién debería alimentarnos?, siguiendo este trabajo,  es bastante evidente. Responder a la cuestión que titula el trabajo, ¿quién nos alimentará? , dependerá de una serie de dinámicas políticas que todavía están por ver.