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Seguridad alimentaria y protección social

Necesidad de implementar programas de protección social para acabar con el hambre
Políticas beneficiosas para la seguridad alimentaria

Un grupo de investigadores del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, por sus siglas en inglés) y de la Universidad de Cornell han elaborado un estudio en el que analizan el impacto de la protección social en la seguridad alimentaria a nivel mundial.

Estos autores realizan un análisis del aumento de los programas de protección social en los últimos veinte años y valoran cómo impactan en la seguridad alimentaria a través de una metódica revisión de estudios anteriores y de la creación de una base de datos propia.

En las dos últimas décadas los programas de protección social se han convertido en un elemento importante para abordar la pobreza y el hambre en los países en desarrollo y se ha producido un aumento de ellos. La protección social tiene algo necesario y positivo, la capacidad de abordar las causas de la pobreza y no únicamente sus consecuencias. Esta protección abarca los seguros sociales, intervenciones en el mercado laboral como la formación profesional o programas de asistencia social, intervenciones no contributivas específicas tales como transferencias en efectivo y en especie, obras públicas y servicios humanitarios de asistencia.

El resultado de este trabajo muestra que la protección social mejora tanto la cantidad como la calidad de los alimentos. Los programas de protección social hacen que los hogares mejoren sus dietas, consiguen que el valor del consumo de alimentos aumente un 13% y la adquisición de calorías en un 8%. Logran también aumentar el consumo de alimentos de origen animal, que los investigadores valoran como un resultado positivo debido a los beneficios nutricionales de estos alimentos para la salud.

Teniendo en cuenta las diferentes implicaciones en todo programa social los autores resaltan la preocupación extendida en la mayoría de los gobiernos sobre el hecho de que la "dependencia" de los pobres a transferencias regulares les hará reducir el esfuerzo laboral, prejuicio que persiste a pesar de que no hay evidencias. En respuesta recalcan como conclusión que si esto fuera realmente así no se verían impactos positivos en la seguridad alimentaria.