Naciones Unidas publicó en junio el informe Resumen de políticas: el impacto de COVID-19 en la seguridad alimentaria y la nutrición.
La crisis COVID-19 ha golpeado en un momento de grandes desafíos mundiales: los conflictos, los desastres naturales, el cambio climático y la llegada de plagas a escala transcontinental ya estaban afectando a la seguridad alimentaria en muchos contextos antes de la pandemia.
A largo plazo nos vamos a enfrentar a posibles interrupciones en el funcionamiento de los sistemas alimentarios, con graves consecuencias para la salud y la nutrición. Si no tomamos medidas urgentes pasaremos de una emergencia sanitaria a una emergencia alimentaria mundial. Por ello, para abordar el impacto del COVID-19, los sectores deben trabajar juntos más allá de las fronteras, transitando hacia sistemas alimentarios más sostenibles.
Las medidas para controlar o mitigar los brotes de COVID-19 están afectando las cadenas mundiales de suministro de alimentos. Muchos trabajadores temporeros se han quedado sin medios de subsistencia. Los agricultores/as han desperdiciado alimentos como resultado de la interrupción de la cadena de suministro y la caída de la demanda de los consumidores en algunos lugares.
El desempleo, la pérdida de ingresos y el aumento de los costos de los alimentos están dificultando el acceso a estos. La pandemia podía arrastrar a 49 millones de personas a la pobreza extrema en 2020. La contratación pública y la distribución pública pueden ser formas importantes para preservar el funcionamiento del sistema alimentario y evitar la inflación de los precios de los alimentos.
Este informe analiza las dimensiones del desafío y sugiere tres conjuntos de acciones prioritarias que se refuerzan mutuamente para abordar las necesidades inmediatas, a corto y mediano plazo.
- Se deben implementar medidas para salvar vidas y medios de subsistencia, enfocando la atención donde el riesgo es mayor. Aunque todavía no podemos predecir los impactos de la crisis, podemos determinar los posibles canales de transmisión y anticipar los impactos en las poblaciones más vulnerables.
- Fortalecer los sistemas de protección social para la nutrición: dados los efectos socioeconómicos de la pandemia, los sistemas de protección social son el pilar principal para cientos de millones de personas durante la crisis.
- Inversión para un futuro sostenible: la inversión acelerada debe ser un pilar de la respuesta al COVID-19, apuntando a un impacto inmediato para mantener y mejorar los medios de vida, pero al mismo tiempo, orientándose a impulsar un sistema alimentario más inclusivo, sostenible y resiliente.
Es necesario pensar cómo producimos, procesamos, comercializamos y consumimos nuestros alimentos y cómo desechamos los desperdicios. Esta crisis puede servir como un punto de inflexión para ello.
Si actuamos adecuadamente podremos evitar que el impacto de la pandemia sea peor y podremos transitar hacia sistemas alimentarios más sostenibles que estén en mejor equilibrio con la naturaleza y que proporcionen dietas saludables.