Esta es la reflexión del experto, José Luis Vivero-Pol, que opina que la dimensión comercial, la consideración de los alimentos como una mera mercancía, no ayuda a alcanzar un bien común global como es la seguridad alimentaria y nutricional para todos los seres humanos.
En un interesante artículo, el autor analiza la tradición europea de tierras comunales para extraer de ella aprendizajes relevantes para una propuesta de democracia alimentaria. La consideración de la alimentación como una necesidad humana básica y como un derecho humano fundamental, e incluso como una parte importante de la cultura, debería poner en su sitio a la dimensión mercantil que se ha impuesto en las últimas décadas de la mano de la industria agroalimentaria.
La transición hacia un sistema agroalimentario basado en el bien común no eliminaría a los mercados como uno de los mecanismos para la distribución de alimentos, pero si su hegemonía sobre la provisión de los mismos. La evolución -gradual, a lo largo de décadas- debería ser parecida a la producida en los sistemas universales de educación y salud.
El artículo presenta 15 medidas con las que las autoridades europeas pueden impulsar la alimentación como bien común.