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Alimentos, pobreza y cambio climático

El 2008 está a medio camino del plazo previsto para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Pero, pese a los avances logrados, no se conseguirán de continuar las tendencias actuales. Se calcula que faltarán US$ 30,000 millones de la ayuda prometida, déficit que podría costar cinco millones de vidas.

El 2008 está a medio camino del plazo previsto para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Pero, pese a los avances logrados, no se conseguirán de continuar las tendencias actuales. Se calcula que faltarán US$ 30,000 millones de la ayuda prometida, déficit que podría costar cinco millones de vidas.En el 2008, nadie tiene por qué ser pobre. Ninguna mujer debería morir durante el parto por falta de atención médica. Ningún niño o niña debería morir de neumonía por falta de medicamentos. Ninguna niña debería ver cómo sus hermanos van a la escuela mientras que ella se queda en casa. Ninguna familia debería ver sus cosechas arrasadas por las inundaciones. Ninguna mujer debería ver a sus hijos arriesgar la vida por beber agua contaminada o irse a la cama con el estómago vacío.

Este año, el 2008, marca la mitad del camino hacia el plazo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), acordados por 147 países en el año 2000, objetivos que se centran en abordar la pobreza, el hambre, la desigualdad entre los géneros, la educación, la salud, el agua, el saneamiento y el medio ambiente. Estos objetivos no se fijaron como sueños imposibles, sino como metas realistas que, mediante acciones concertadas, se pueden y deben alcanzar, e incluso superar para hacer que la pobreza extrema sea cosa del pasado.

Es posible conseguir avances extraordinarios, incluso en los países más pobres. En Ruanda, el número de niños y niñas que mueren a causa de la malaria se ha reducido en dos tercios en tan sólo los dos últimos años. Un bebé que nace hoy en Tanzania tiene una probabilidad cuatro veces menor de morir antes de cumplir un año que su hermana nacida sólo cuatro años antes. El Fondo Mundial de lucha contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria, creado en la última reunión del G8 en Japón en el 2000, ha distribuido hasta la fecha 30 millones de mosquiteros de cama contra la malaria, y está salvando 3,000 vidas diarias.

El más importante impulsor de estas transformaciones es el darse cuenta de que el cambio sí es posible: los mayores obstáculos son la desesperación en los países pobres y la apatía en los países ricos. En Malawi, el crecimiento económico sostenido, el subsidio estatal a los abonos que contribuyó a conseguir cosechas excepcionales, la distribución masiva de medicamentos gratuitos contra el SIDA y la reducción del número de personas infectadas, el aumento de 50 por ciento de los sueldos del personal de enfermería, y la educación primaria gratuita para todos los niños y niñas han ayudado a crear en el país una sensación de optimismo palpable. Si se compara con la situación de hace tan sólo seis años, cuando el país estaba sumido en una crisis alimentaria, estos avances resultan asombrosos. Desde luego que queda mucho camino por recorrer, y algunos escollos son inevitables. Pero el primer paso hacia el éxito es creer que es alcanzable.

Son estos logros los que hacen que el fracaso generalizado en el avance hacia la consecución de los ODM sea aún más inadmisible. El rápido encarecimiento de los alimentos amenaza con echar por tierra los éxitos conseguidos y volver a dejar a millones de personas por debajo del umbral de pobreza. A mitad de tiempo, en lugar de avanzar con holgura hacia la victoria, el mundo contempla una derrota. Pero los motivos de este fracaso no se deben buscar únicamente en los países ricos. Los gobiernos de los países pobres pueden y deben hacer mucho más, y Oxfam trabaja con activistas y ciudadanos de los países en desarrollo para exigir cambios de sus líderes.

Pero los países ricos continúan controlando el 60 por ciento de la economía mundial y han generado el 60 por ciento de las emisiones de carbono a nivel global. Ellos son los que inclinan la balanza en las negociaciones sobre comercio o cambio climático, dependiendo de lo que conceden y de lo que exigen a los países en desarrollo. Ellos son los que fabrican la mayoría de las armas. Pero este gran poder conlleva una gran responsabilidad. Los países ricos tienen la obligación de utilizar su dinero y poder para dejar de hacer daño, y hacer del mundo un lugar mejor y más justo. Cuando deciden actuar, por ejemplo para la cancelación de la deuda o la aportación de tratamiento para personas que viven con el VIH y el SIDA, se salvan vidas.

Se necesita un incremento anual de US$ 150,000 millones adicionales en ayuda de alta calidad para el año 2010 si se han de alcanzar los ODM (1). Para superar los ODM, para eliminar la pobreza y no sólo reducirla a la mitad, los países ricos deben cumplir de una vez por todas lo prometido en 1970: destinar 0.7 por ciento de sus ingresos a la ayuda. En mayo del 2008, en una acción sin precedentes, los responsables de las principales agencias multilaterales, entre ellas el Banco Mundial, las Naciones Unidas (ONU), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea (CE), publicaron conjuntamente un plan detallado de inversión para África, que indica de forma clara las intervenciones específicas que podrían llevarse a cabo con la ayuda prometida en la cumbre del G8 celebrada en Gleneagles (Escocia) y que salvarían vidas.