A pesar de que la agricultura familiar ha experimentado y acumulado conocimiento para adaptar los sistemas agrícolas a las condiciones locales, este tipo de experiencias son comúnmente ignoradas en la literatura crítica sobre innovación, que tiende a favorecer a la innovación vinculada a tecnologías punta y ciencias aplicadas y obviar problemas más específicos de los países en desarrollo.
Sin embargo, la agricultura familiar tiene un rol preponderante en reducir la pobreza rural, enfrentar la inseguridad alimentaria y malnutrición, y promover un sistema alimentario sostenible. En América Latina y el Caribe (ALC) la agricultura familiar está conformada por aproximadamente 60 millones de personas, ocupa el 81% de las explotaciones agrícolas y genera entre el 57% y 77% del empleo agrícola. La agricultura familiar tiene además un rol crítico en la provisión alimentaria al contribuir entre el 27% y el 67% de los alimentos a nivel nacional.
Para cumplir con el aumento en la demanda de alimentos proyectada para el 2050, se estima que la producción alimentaria global tendría que aumentar en 60% desde sus niveles del 2005-2007. Sin embargo, incrementar la producción con la misma matriz productiva de hoy día, es decir con un alto sesgo a favor de la agricultura intensiva e industrial ejercerá aún más presión sobre los límites naturales del planeta. Sin duda que el gran reto de un enfoque de innovación basado en la experiencia de la agricultura familiar y hogares rurales, radica en cómo replicar ese conocimiento a escalas mayores. La innovación generada en el ámbito rural tiende a ser localizada y por ende restringida por el contexto social, económico y ecológico.
El informe plantea que todo sistema de innovación para un desarrollo rural sostenible basado en la agricultura familiar, debe considerar precisamente el aprendizaje, conocimiento y experiencia local como una fuente central para la innovación. No se pretende desconocer los desafíos y límites de este tipo de innovación, confinado en general a territorios específicos y con experiencias difícil de extrapolar. Pero ante el ímpetu homogeneizador de la agricultura industrial e intensiva sobre los procesos productivos, productos alimentarios y formas de organización, el conocimiento localmente desarrollado tiene un gran potencial innovador. Éste se debe y puede complementar con investigación y desarrollos externos adaptados a la realidad ecológica y socio-económica local. Y esto nos lleva al segundo aspecto, el de la diversidad, que se debe considerar en dos ámbitos: por un lado, como una característica propia de la agricultura familiar que debe ser considerada en toda política de innovación, y por otro lado, la diversidad de la agricultura familiar como impulsor de innovación.