La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicó un informe breve donde recoge mensajes claves de la seguridad alimentaria y nutricional de la región de África. En los dos últimos años la FAO ha informado de que la prevalencia de la subnutrición en África crecía. Los datos muestran que ese aumento se ha ralentizado, aunque sigue habiendo 256 millones de personas hambrientas en África, de las cuales 239 millones están en África subsahariana.
En el informe de 2019 se presenta el indicador para monitorear el Objetivo 2.1 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o severa basada en la Escala de experiencia de inseguridad alimentaria (FIES). Las personas que padecen inseguridad alimentaria grave está en línea con la desnutrición, pero hay 399 millones de personas que sufren inseguridad alimentaria moderada, no tienen acceso regular a alimentos nutritivos y suficientes.
Aunque muchos países de la región están reduciendo la desnutrición, el progreso es demasiado lento para cumplir seis objetivos nutricionales clave del marco de monitoreo de los ODS y los objetivos nutricionales globales de la Asamblea Mundial de la Salud.
Por otro lado en muchos países africanos, el sobrepeso y la obesidad son una amenaza creciente, lo que agrava los desafíos planteados por desnutrición generalizada y deficiencias de micronutrientes.
Este aumento de la inseguridad alimentaria se debe a los conflictos, desastres climáticos y desaceleraciones económicas. En algunos casos, están directamente interrelacionados y en todos los casos empeoran los resultados de pobreza e inseguridad alimentaria.
Las recientes desaceleraciones y recesiones económicas se desencadenaron por la caída de los precios de los productos básicos, lo que a menudo condujo a una depreciación de la moneda y una inflación de los precios de los alimentos, así como a menores ingresos gubernamentales disponibles para el gasto social. Además, las desigualdades en los ingresos y en el acceso a los servicios impiden que muchos se beneficien del crecimiento económico. La desigualdad de género perpetúa la pobreza y la desnutrición intergeneracionales. Reducir las desigualdades es esencial para fortalecer la resiliencia de estos países.
Las respuestas de los países a los altos precios de los alimentos en 2007–2008 y 2010–2011 muestran que hay herramientas útiles para la formulación de políticas y que pueden reducir de manera efectiva los impactos negativos de las crisis de los precios de los alimentos en los consumidores. Pero estas herramientas a menudo son caras y pueden tener consecuencias negativas para los socios comerciales. La resiliencia económica debe fortalecerse para salvaguardar la seguridad alimentaria. Esto requerirá políticas y programas a corto y largo plazo. A corto plazo, los países deben proteger los ingresos y el poder adquisitivo. La protección social bien diseñada -en particular las transferencias de efectivo, la alimentación escolar y los programas de obras públicas para reducir el desempleo- reduce la pobreza y fortalece la resiliencia de los hogares, construye capital humano y estimula las actividades agrícolas y no agrícolas.
A más largo plazo los países deben invertir para reducir las desigualdades económicas, mantener la salud y otros gastos sociales y crear entornos alimentarios más saludables. Esto requiere equilibrar un conjunto de políticas e inversiones para lograr una transformación estructural inclusiva que diversifique la economía lejos de la dependencia de los productos básicos.