En los últimos cuatro años se han sucedido diversos informes sobre las pérdidas y desperdicios alimentarios en diversos ámbitos; en unos casos han sido informes globales o regionales (FAO, Unión Europea, Comité Mundial de Seguridad Alimentaria) y en otros informes nacionales. Los datos -que muestran que los vigentes sistemas alimentarios asumen la pérdida o desperdicio de un tercio de los alimentos producidos para consumo humano- nos presentan una realidad preocupante desde diversos puntos de vista: son sistemas económicamente ineficientes, con negativos impactos medioambientales y con repercusiones sociales, sobre la seguridad alimentaria de muchos millones de personas, éticamente reprobables.
En España van aumentando las iniciativas de concienciación y de movilización frente a esta realidad del desperdicio alimentario. A raíz de la aprobación de una ley en Francia que obligará a los grandes supermercados a donar a entidades sociales los excedentes alimentarios antes de que se pierdan, se han puesto en marcha campañas pidiendo que este tipo de legislación se extienda a toda la Unión Europea. Ya se han recogido más de un millón y medio de firmas