Aunque el Índice Global de Seguridad Alimentaria ubica a los países europeos en la zona alta de los que tienen una mejor situación alimentaria, según la base de datos de Eurostat el número de hogares que pueden permitirse comer carne (o un equivalente vegetariano) cada dos días ha ido disminuyendo. Las directrices dietéticas europeas recomiendan la ingesta de carne cada dos días, un determinante que nos ayuda a valorar el estado de la seguridad alimentaria y nutricional y que muchos de los hogares europeos ya no pueden cumplir. Entre 2005 y 2010 la proporción de personas que no podían comer carne o equivalente se redujo en alrededor de 0,5% puntos cada año y desde el año 2010 el número de personas que viven con inseguridad alimentaria ha ascendido a 13,5 millones de personas.
Como consecuencia de esto, entre los años 2013 y 2014 la ayuda alimentaria ha crecido un 163% en Reino Unido y en España, Grecia y Francia distintas organizaciones sociales han informado de un aumento notable de personas que necesitan asistencia alimentaria.
La inseguridad alimentaria en Europa no es una cuestión de falta de alimentos sino de falta de acceso a los mismos como consecuencia de las diversas políticas de austeridad que se han llevado a cabo para paliar la crisis económica. La prevalencia del desempleo y las deudas económicas que han asumido los diferentes estados europeos están suponiendo que en algunos países sus ciudadanos no puedan acceder a una alimentación sana y de calidad.
La inseguridad alimentaria es un problema de salud. Supone un problema de desnutrición en las personas y conlleva un deterioro de la salud –incluso mental– y una incapacidad para manejar las enfermedades crónicas. Es urgente impedir que la inseguridad alimentaria siga creciendo en los países europeos ya que esto traerá consigo consecuencias muy negativas en el futuro.