Los expertos advierten de que el alza del precio de los alimentos y el cambio climático pueden disparar el hambre en el mundo. Pero el reto es también una oportunidad para los agricultores. Artículo de Pere Rusiñol.Todo indica que el hambre en el mundo aumentará. Pese a la enorme riqueza, cada vez serán más los que tendrán dificultades para ingerir las calorías mínimas necesarias para vivir dignamente. No es un recordatorio de los sombríos augurios lanzados en el siglo XIX por Thomas Robert Malthus. El análisis es de enero de 2008 y lo suscribe la FAO, la agencia de Naciones Unidas para la alimentación. ¿Tiene fundamentos la señal de alarma o, como sucedió con el controvertido demógrafo británico, la realidad acabará desmintiendo los tambores apocalípticos? La mayoría de expertos cree que hay elementos para preocuparse. Pero al mismo tiempo el reto podría ser un revulsivo para mejorar la vida de centenares de miles de personas.
El escándalo del hambre en tiempos de progreso económico sin precedentes tiene contornos bien definidos: 854 millones de personas padecen hambre o malnutrición, según los últimos datos de la FAO. Y los planes de choque en marcha para poner fin a esta lacra parecen condenados al fracaso: ni el compromiso grandilocuente suscrito en la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996 para reducir el número de desnutridos a la mitad en 2015 ni los Objetivos del Milenio, más moderados pero también para 2015, tienen visos de alcanzarse. Ni de lejos.
Pero al menos había hasta ahora una mínima tendencia a la baja, indiscutible en términos relativos -del 20% con problemas de malnutrición en 1992 al 17% actual-, más confusa en cifras absolutas: tres millones menos en el mismo periodo, un número que puede confundirse con el error estadístico. Lo que plantea ahora la FAO no es ya que el retroceso sea lento, sino que el hambre aumente de forma considerable en los próximos años. Incluso en términos relativos.
"Está claro que el objetivo del milenio referente al hambre no se va a cumplir. Pero ahora nos encontramos con nuevos obstáculos, muy complejos, que abren un escenario mucho más preocupante porque se puede ir incluso hacia atrás", advierte Carlos Fernández, director de operaciones de la ONG Acción contra el Hambre, quien añade: "Hay que tomárselo en serio ya".
Los nubarrones no vienen esta vez de la bomba demográfica, como advertía Malthus, sino sobre todo de los precios: los alimentos básicos han subido de forma espectacular en muy poco tiempo. Según el Fondo Monetario Internacional, desde 2005 el maíz ha aumentado el 83%; la soja, el 89%; los cacahuetes, el 117%; el aceite de palma, el 140%, y el trigo, el 142%. Globalmente, el coste de los alimentos en moneda constante es aún inferior al de algún pico de la década de 1970, pero hay dos características tan nuevas como letales para los más pobres: la subida es abrupta. Y a diferencia de las tendencias del pasado, todo indica que seguirá creciendo durante varios años consecutivos.
El propulsor principal de la escalada -aunque no el único- es el auge imparable de los biocombustibles, que van a seguir extendiéndose no sólo para combatir el cambio climático, sino también como consecuencia del desbocado precio del petróleo. Incluso el biodiésel más ineficiente en términos ecológicos es rentable si el barril de petróleo supera los 60 dólares.
Por tanto, hay presión en el lado de la demanda para rato: los alimentos convertibles en energía van a seguir subiendo de precio y los agricultores van a aumentar este tipo de cosechas en detrimento de otras que simplemente sirven para alimentar. La FAO, la OCDE, el Instituto de Investigación de Políticas para la Agricultura y la Alimentación (FAPRI, en sus siglas en inglés), el Banco Mundial, The Economist... Todos coinciden: los precios continuarán subiendo con toda seguridad hasta 2010. Algunos se atreven incluso a alargar la serie como mínimo hasta 2020.
"Los biocombustibles crearán hambre. La fiebre por convertir comida en energía llevará al desastre. Hay riesgos muy serios de crear una batalla entre la comida y la energía que dejará indefensos a los más pobres y hambrientos de los países en vías de desarrollo", opina, siempre contundente, Jean Ziegler, el relator especial para el derecho a la alimentación de Naciones Unidas.
Ya hay datos que lo avalan: el uso del maíz para producción de etanol en EE UU, generosamente subsidiado por el Gobierno, se ha multiplicado por 2,5 en un lustro. "Los precios de los cereales y del petróleo van a estar cada vez más interrelacionados", concluye el Instituto Internacional de Investigación para Políticas de Alimentación (IFPRI, en sus sig
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¿Falta comida o es demasiado cara?
16/01/2008
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