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“La crisis es financiera, energética, alimentaria y ambiental”

Entrevista de Fernando Krakowiak al economista Jorge Beinstein. Imagen: Lucía Grossman

Entrevista de Fernando Krakowiak al economista Jorge Beinstein. Imagen: Lucía GrossmanJorge Beinstein es uno de los pocos economistas que en pleno auge del modelo neoliberal caracterizó la globalización como la antesala de una crisis mundial. Afirma que el capitalismo se ha convertido en un sistema que destruye fuerzas productivas. Asegura que es un error trazar divisiones entre empresas productivas y financieras porque ambas están muy vinculadas. Y sentencia que luego de esta crisis no se volverá a la prosperidad pasada.

Por Fernando Krakowiak

Jorge Beinstein es uno de los pocos economistas que en pleno auge del modelo neoliberal caracterizaron a la globalización como la antesala de una crisis mundial. Sus pronósticos fueron desestimados por una amplia mayoría de intelectuales conservadores y liberales, que entonces creyeron ver una reconversión superadora del viejo capitalismo keynesiano. Sin embargo, el desprestigio que las recetas neoclásicas experimentaron en América latina desde fines de los ’90 y el reciente colapso del sistema financiero internacional revalorizaron su voz en los círculos académicos. Hace pocos días estuvo en la Feria del Libro presentando su libro Crónica de la decadencia y Cash aprovechó para conversar con él sobre las perspectivas que se abren en el nuevo contexto.

 ¿Por qué la crisis actual debe ser vista como la expresión de la fase terminal del capitalismo y no como una crisis cíclica más dentro del sistema?

–Primero por su magnitud. Hasta ahora en los planes de salvataje se insertaron 8 billones de dólares cuando los ingresos fiscales de los países del G-7 son iguales a 10 billones. Se calcula que la masa especulativa global en este momento asciende a 1000 billones. Cuando fue la crisis de 1929, el 3 por ciento de los estadounidenses estaba vinculado con la especulación bursátil y en este momento es casi el 60 por ciento. Ahora bien, esta crisis también es diferente en términos cualitativos. No es sólo una crisis financiera sino también una crisis energética, alimentaria y ambiental.

Algunos analistas relativizan el supuesto carácter terminal de la crisis diciendo que el capitalismo está en crisis desde que surgió y sin embargo no para de expandirse.

–Siempre están los que piensan que el capitalismo llegó para quedarse. Es una utopía conservadora potenciada por un sistema que desde sus orígenes se las ingenió para superar todas las crisis de sobreproducción. El problema es que a partir de los ’70 se empiezan a manifestar elementos de crisis que no son sólo de sobreproducción sino también de subproducción, pese a que en los viejos debates se consideraba que estas crisis habían desaparecido junto con las civilizaciones anteriores al capitalismo.

¿Cómo es posible que al mismo tiempo haya una convergencia entre una crisis de sobreproducción y otra de subproducción?

 –Lo que pasa es que la sucesión de crisis de sobreproducción, siempre superadas o al menos amortiguadas, fue generando elementos de depredación energética, ambiental y agrícola que están devorando al capitalismo. Las crisis de sobreproducción nos diferenciaban del precapitalismo porque antes solo se conocían los ciclos más largos, las crisis de civilización, pero resulta que al final no éramos tan originales y también terminamos teniendo crisis de subproducción. El capitalismo se fue convirtiendo en un sistema que destruye fuerzas productivas. En los próximos años va a haber menos energía, menos capacidad de producción industrial y menos alimentos por habitante.

La producción de alimentos creció de manera espectacular.

 –El problema es el sistema social, porque en realidad lo que se está produciendo crecientemente es soja para los chanchos y maíz para elaborar combustible. Ese maíz ya no puede ser considerado un alimento. Es un insumo para la producción. A nivel mundial, la cantidad de alimentos por habitante disminuye. Además, el desarrollo agrícola de avanzada ha llegado a un nivel tal de exacerbación de la productividad que está destruyendo la tierra, el recurso de base para la producción agrícola. Al utilizar glifosato para cosechar soja se logra aumentar la productividad por hectárea, pero en diez años la productividad va a terminar siendo menor a la que se tenía cuando se empezó a utilizar ese insumo.

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