La FAO ha publicado la actualización del informe sobre “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo”. Durante 2017 las personas afectadas por la malnutrición han aumentado. El mundo concentra actualmente 821 millones de personas desnutridas; más de 150 millones de niños sufren retraso de crecimiento. A su vez, la obesidad sigue creciendo afectando cada vez más a las personas que viven en países de ingresos bajos.
Este último informe ha usado una metodología más innovadora para dar una mayor precisión sobre el problema. Se han incluido un conjunto de seis indicadores nutricionales que se utilizan para el seguimiento de las metas mundiales de la Asamblea Mundial de la Salud con respecto a la nutrición y las enfermedades no transmisibles relacionadas con la dieta, de las que tres son también indicadores del ODS 2 (Hambre cero).
Esta publicación es una advertencia de que no estamos siguiendo el camino adecuado para erradicar el hambre y lograr el ODS 2. En estos últimos años el hambre ha ido aumentando. La situación está empeorando en América del Sur y en la mayoría de las regiones de África; por su parte, en Asia se ha ralentizado la disminución de la subalimentación.
Para este informe se ha analizado exhaustivamente el papel del cambio climático en el estado de la seguridad alimentaria, evidenciando que las condiciones extremas del clima (sequías, inundaciones…) le afectan negativamente. Estos factores son responsables del aumento del hambre, siendo los conflictos violentos en algunas partes del mundo otra de las causas principales.
Los efectos del cambio climático afectan a la disponibilidad, acceso, utilización y estabilidad de la alimentación, haciendo que las personas pobres sean más vulnerables. El hambre es más significativa en los países en los que los sistemas agrícolas son sensibles a la variabilidad de las precipitaciones, la temperatura o a las sequías graves, y donde la mayoría de la población depende de la agricultura.
Este informe es una llamada para actuar y lograr mitigar los efectos del cambio climático en nuestra alimentación. Es urgente reforzar la resiliencia a las condiciones climáticas extremas para asegurar que toda la población pueda acceder a una alimentación suficiente y saludable. Debemos implementar estrategias, programas e inversiones relacionadas con la resiliencia al cambio climático que aborde sus efectos directos pero también las vulnerabilidades subyacentes. Se necesita un esfuerzo mayor y nuevos enfoques en las políticas. Es necesario combinar la inclusión de factores transversales, como el conocimiento científico o una financiación fiable, con intervenciones concretas como el seguimiento de riesgos y alerta temprana.
El informe recoge un análisis sobre el clima para, ante todo, orientar la actuación a la erradicación del hambre. Estamos a tiempo de hacerle frente al cambio climático y tenemos las herramientas y la información para hacerlo; es cuestión de responsabilidad y compromiso.