Más de diez millones de personas están agotando sus reservas de alimentos y un millón de niños podrían morir de hambre en los países de Sahel a partir de abrilSe esperan 2,6 millones de casos de desnutrición aguda, principalmente entre niños menores de cinco años. Lo más difícil llegará en primavera, adelantándose este año varios meses la estación del hambre. Todos los indicadores, agrícolas y económicos, están en rojo: pocas lluvias, pocos pastos, pocas cosechas, precios altos, pocas remesas. Estas son las previsiones para los próximos meses en Níger, Malí, Mauritania, Burkina Faso y Chad.
Comienza una carrera contra el reloj: Acción contra el Hambre ha puesto ya en marcha un programa para mitigar los efectos de la crisis y hace un llamamiento a la comunidad internacional, especialmente los donantes internacionales, a actuar antes de de que sea demasiado tarde.
Esta es, otra vez, una crisis anunciada. Los sistemas de alerta que siguen el registro pluviométrico, el estado de las cosechas, la biomasa disponible para pastos y los precios de los alimentos en los mercados locales, entre otros, no se equivocan: este año el hunger gap (periodo entre dos cosechas) que habitualmente se produce en la región entre julio y octubre va a adelantarse a marzo. Esto quiere decir que entre cinco y siete millones de familias habrán agotado sus reservas de alimentos y sus mecanismos de supervivencia antes de la próxima cosecha, en octubre.
Los factores que están provocando esta crisis son múltiples. No es solo déficit de lluvias, cultivos y pastos. En la base de todos ellos está la pobreza, que afecta a más de la mitad de la población de Sahel y una agricultura poco desarrollada que deja a la población completamente expuesta a los mercados, se trata de una agricultura familiar de subsistencia, muy vulnerable a la climatología, insuficiente para cubrir la demanda del país y por tanto muy expuesta a la volatilidad de los precios de los alimentos.
Además, tenemos que hablar de un importante déficit (25%) en cultivos y pastos por la sequía, el alza consiguiente de los precios de los alimentos (el precio del maíz es entre un 60% y un 85% más alto que la media de los últimos cinco años) y una altísima vulnerabilidad ligada a las crisis precedentes. La imposibilidad de los agricultores de subsistencia de almacenar sus productos les obliga a venderlos a precios irrisorios tras la cosecha y a tener que comprarlos meses después pagando hasta cuatro veces más. A esto se unen factores comerciales de exportación y reexportación marcadas por el cambio de divisas, como es el caso de los cereales comprados a Níger por Nigeria y luego reexportados. Además este año, unos 200.000 emigrantes en Libia y Costa de Marfil han dejado de enviar remesas y han tenido que volver a sus hogares.
Actuar ya ahorrará víctimas y dinero. Las diferencias con Cuerno de África son todavía grandes: no se trata de una hambruna y las bolsas de desnutrición están mucho menos dispersas en la región de Sahel, pero no podemos perder tiempo. Es necesario poner en marcha intervenciones de mitigación y contención, que refuercen las capacidad de resistencia de familias y comunidades y den a los afectados capacidad para acceder al mercado, como las transferencias monetarias o los programas de dinero por trabajo, o la distribución de raciones de protección a familias con niños con desnutrición aguda, pueden reducir enormemente el alcance de la crisis.
Es inaceptable saber lo que va a pasar y esperar hasta que se declare la emergencia o esto salga en los medios para actuar. Actuar ahora no solo va a salvar muchas más vidas, va a costar también mucho menos dinero que un despliegue de emergencia.
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SAHEL CONTRA EL TIEMPO
01/02/2012
Más de diez millones de personas están agotando sus reservas de alimentos y un millón de niños podrían morir de hambre en los países de Sahel a partir de abril