La FAO ha publicado una versión actualizada del informe El futuro de la alimentación y la agricultura. Vías alternativas hacia el 2050, que publicó por primera vez hace dos años.
La coyuntura actual nos muestra que los avances para erradicar el hambre y la malnutrición están siendo insuficientes para alcanzar los ODS. Por ello es necesario actuar de manera urgente para poder garantizar la sostenibilidad de los sistemas alimentarios del mañana.
El informe analiza algunas vías futuras que podrían seguir los sistemas alimentarios basados en tres situaciones hipotéticas diferentes: interviniendo de manera decidida, de forma parcial o sin intervenir. A través de estos escenarios se trata de crear las tendencias futuras posibles en un largo plazo, tanto a nivel global como regional. Para ello se han recopilado conocimientos multidisciplinares. Los escenarios muestran los sistemas alimentarios y agrícolas en toda su complejidad, teniendo en cuenta el cambio climático futuro.
El texto recoge una serie de opciones estratégicas para lograr una mayor sostenibilidad de los sistemas alimentarios; usando datos cuantitativos se muestra que es posible garantizar la seguridad alimentaria de toda la población limitando el uso de recursos naturales y la expansión de sectores agrícolas.
Como muestra el informe el escenario de “continuidad” no tiene cabida si queremos lograr la Agenda 2030. Los sistemas agrícolas intensivos en recursos e insumos han provocado deforestación masiva, escasez de agua o altos niveles de emisiones de GEI, hechos que imposibilitan una producción sostenible.
El escenario ideal es “hacia la sostenibilidad” que muestra un futuro con los resultados deseados. Este escenario supone cambios potentes y muchos obstáculos a superar. Si queremos lograr este escenario las sociedades debemos empezar a consumir y producir de una manera diferente a la actual. Para lograr los ODS, que nos aseguran una mejor vida para todos/as, es necesario un proceso transformador global que incluya a todos los países. Todos los sistemas ambientales y socioeconómicos necesitan transformarse investigando y desarrollando soluciones nuevas y adaptadas.
Las inversiones que se precisan para impulsar la transición de los sistemas alimentarios y agrícolas hacia la sostenibilidad, por su naturaleza, conllevan más riesgos que las inversiones en otros sectores, se necesitará evaluar el riesgo de las políticas para garantizar que los proyectos sean sostenibles. Estas inversiones deben proceder tanto del ámbito público como del privado. Inversiones como la investigación y el desarrollo de tecnologías sostenibles innovadoras para la producción primaria y procesada; la sustitución de capital obsoleto para mejorar la eficiencia en el uso de la tierra y el agua o la construcción de infraestructuras de mercados y logística para reducir las pérdidas de alimentos y mejorar la eficiencia de la cadena de valor.
Según el informe, es importante recalcar que estas inversiones exigen sacrificios a necesidades actuales que deberán ser asumidos por los países más ricos y los sectores con más recursos económicos.
Los resultados de este informe no son absolutos y en ocasiones están sujetos a la incertidumbre. En muchos ámbitos no existen datos o los que hay son incoherentes, por ello ha sido necesario identificar y unificar numerosos conjuntos de datos de distintos ámbitos. Se ha usado el conocimiento multidisciplinar de la FAO y sus socios para acceder a información actualizada a nivel mundial.
Aporta una prospectiva a futuro de los sectores agrícola y alimentario a nivel mundial exhaustiva y coherente, aportando evidencia con datos cuantitativos. Sin evidencia los argumentos carecerían de convicción.
El trabajo pretende ser un punto de partida para el diálogo y los procesos normativos estratégicos encaminados a lograr la Agenda 2030, una aportación más para lograr estas metas y que la visión de la FAO sobre un sistema alimentario sostenible y accesible para todas las personas sea una realidad. Puede ser de utilidad para los encargados de la toma de decisiones y analistas de gobiernos, organizaciones internacionales, organizaciones de la sociedad civil, el sector privado y las instituciones académicas y de investigación, ayudándoles a evaluar la prospectiva de los sistemas alimentarios.
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