El 20 de mayo se celebró el Día Mundial de las Abejas. La elección de esta fecha no es casual, el 20 de mayo de 1734 nacía Anton Janša, que se convirtió en un modelo de la apicultura moderna; provenía de una familia de apicultores eslovenos en un país donde esta actividad ha tenido una larga tradición.
Esta fecha señalada, que lleva celebrándose desde 2017, reconoce la importancia que tienen para nuestro ecosistema las abejas, que benefician a las personas, las plantas y el planeta. Los polinizadores, como las abejas, garantizan y mejoran la producción de alimentos, contribuyendo a la seguridad alimentaria y nutrición y generando un impacto positivo en el medio ambiente y en la biodiversidad, ya que la polinización de tres cuartas partes de las especies vegetales del mundo dependen de estos insectos. Por su importancia para garantizar la vida y el ecosistema es fundamental protegerlas para que puedan desarrollarse.
Pero a pesar de su papel fundamental en nuestro planeta es preocupante la disminución que está habiendo de polinizadores. Una disminución provocada por prácticas agrícolas intensivas, cambios en el uso de la tierra, empleo de plaguicidas, como los neonicotinoides, y por eventos meteorológicos extremos que generan brotes de plagas y enfermedades y niveles mayores de malnutrición y enfermedades no transmisibles.
En 2006 el diario británico The Guardian inició el seguimiento de la situación crítica que viven las abejas. Han hecho difusión de las investigaciones sobre el fenómeno surgido en Estados Unidos hace años y que se conoce como “desorden del colapso de colonias” (CCD por su siglas en inglés), que es cuando las abejas obreras adultas se desorientan al salir de la colmena y no regresan nunca, lo que supone la desaparición de la colonia en pocas semanas, y que afectó al 90% de las colmenas en este país. En el 2012 se calculó que la población de abejas en Estados Unidos se redujo en un 50%, según estimaciones de algunos científicos del país.
Proteger a las abejas y a otros polinizadores supone que hay que hacer esfuerzos para desarrollar mayor diversidad de hábitats en entornos agrícolas y urbanos. Hay que implementar políticas globales a favor de los polinizadores, ya que debemos resaltar que un tercio de la producción de los alimentos básicos depende de estos animales. La FAO nos recuerda que los campesinos pueden ayudar a su protección usando prácticas innovadoras que integren los conocimientos y la experiencia local y científica y diversifiquen los cultivos para asegurar la vida de los polinizadores.
Es necesario fortalecer las alianzas entre las organizaciones nacionales e internacionales y las redes de investigación para investigar y evaluar los polinizadores y los servicios de polinización. Los objetivos de la Agenda 2030 solo podrán lograrse con la preservación de las abejas.